Señor director:
Se pone de nuevo ante la opinión pública el tema de la conveniencia de permitir el voto a los militares y de inmediato vemos muchas personas bienintencionadas con opiniones favorables basadas en el cambio positivo que han experimentado las fuerzas armadas del país en los últimos años, principalmente en lo que se refiere a su conocimiento y aceptación del rol que le corresponde desempeñar como cuerpo no deliberante y obediente del poder civil.

Es una realidad que se han producido grandes cambios, que cada día vemos más oficiales bien preparados, verdaderos militares profesionales que honran su uniforme (ejemplo el actual Secretario de las Fuerzas Armadas y muchos más), que tratan con respeto y cortesía a los ciudadanos civiles y merecerían disfrutar de todos los derechos ciudadanos.

Sin embargo, mi percepción es que estos oficiales siguen siendo una excepción, que la realidad la tenemos frente a cada ascensor público de este país, donde los militares de cualquier rango rehusan hacer fila; en los antedespachos de los funcionarios públicos, donde los militares entienden que sus urgencias son más importantes que las de los demás y por lo tanto no necesitan hacer turno; en cualquier esquina de la ciudad, donde el agente de Amet paraliza bruscamente el tráfico vehicular para dar paso preferente a cualquier militar con rango superior a cabo que se identifique con un bocinazo dado con autoridad; en los estadios deportivos y locales de espectáculos públicos, donde la prohibición de portar armas es letra muerta para los militares.

Es una realidad que estamos progresando, pero entiendo que necesitamos más tiempo para que el ejemplo permee a todos los estratos de nuestros cuerpos armados y lo que es ahora la práctica se convierta en las excepción. Entonces no habrá reservas para el voto de los militares.

Le saluda con afecto,
RamónCáceres G.