Cartas
Cuidemos los hijos

<p><strong>Cartas</strong><br/>Cuidemos los hijos</p>

 Señor Director:
Pláceme saludarle respetuosamente por medio de estas líneas, al tiempo de desearle salud y éxito al frente de las delicadas e importantes funciones públicas que desempeña.

Es cierto que nuestros muchachos adolescentes y niños de hoy son hábiles en el manejo de los artefactos digitales electrónicos tales como computadoras, teléfonos móviles o celulares, así como también tantos otros que no viene al caso mencionar, pues día por día surgen nuevos y más sofisticados, producidos en masa por compañías ávidas de vender y así obtener grandes ganancias.

Obviamente se valen del dominio de la tecnología de punta desarrollada en los países con gran desarrollo económico, social y cultura. Para nadie es un secreto que nuestros hijos manejan mejor todas esas cosas y con mayor facilidad que nosotros los adultos, esto debido a la falta de oxidación en su cerebro y también a la concentración de su mente a esas actividades en forma casi exclusiva. Sin embargo, hoy día para medir los estándares de una persona con pensamiento y personalidad equilibrada se tienen que evaluar tres factores fundamentales:

1. Tener conocimientos de la tecnología actualizada 2. Tener contacto directo con la naturaleza y todo su entorno y 3. Lo fundamental un contacto directo y fraternal con el ser humano.

Lo preocupante para nosotros es que en los últimos dos renglones hay una desviación terrible donde nuestros jóvenes parecen inducidos a través de los distintos medios de comunicación masivos a una alineación que va a través de informaciones mediáticas cuyos resultados negativos resaltan a todas luces hoy día.

No se aprecia en nuestros jóvenes una actitud solidaria a la colectividad humana y sí hacia el individualismo, no se le observa un compromiso con la preservación de un medio ambiente sano, no tienen preferencias por la conservación de la cultura y tradiciones autóctonas y mucho menos con las costumbres que durante siglos han servido de plataforma para la convivencia de pueblos y países, asimilan gustos y costumbres de consumo que no van a tono con nuestro nivel de desarrollo económico, social y cultural e incluso con nuestro clima.

Todo esto lo podemos ver en la forma de hablar sustituyendo las palabras reglamentadas por la Real Academia de la Lengua por motes y términos subculturales no conocidos por nosotros, en la preferencia de comida, vestimenta, música, baile, religiones, literatura e incluso ya no cultivan la lectura como forma de aprendizaje y alimento del conocimiento. Muchos de nuestros adolescentes ya no sienten nostalgias por sus muertos, no guardan tradiciones y son propensos al goce desenfrenado, sin ningún tipo de reflexión, es decir, no controlan sus emociones peligrosas, se preocupan por obtener carreras universitarias, pero con un fin, hacer dinero para gastar a manos llenas no teniendo en cuenta el servicio a la gente y a su patria.

Estos son aspectos bastante preocupantes porque esos jóvenes serán nuestra continuidad en este mundo cada día más amenazado por la avaricia de los grandes, capaces de llevar una guerra de exterminio contra los pueblos débiles del mundo, con el fin claro de mantener su dominio hegemónico y su forma de vida depredadora sobre el planeta.

Atentamente,
José Rafael Cepeda (Viterbo).

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