Cartas
De Gómez Bergés

<STRONG>Cartas</STRONG><BR>De Gómez Bergés

Señor director y amigo:
Leí con atención tu COCTELERA de hoy en que analizas los documentos desclasificados de los organismos de seguridad norteamericanos relacionados con la muerte de Trujillo y al final de la misma haces el siguiente cuestionamiento, ¿Presienten los hombres como él -Trujillo- cuando su final está cerca?, pregunta que obviamente nadie puede responder con certeza, pero uniendo detalles se podría pensar que sí.

En una de mis frecuentes visitas a tu padre don Cucho Alvarez, con quien disfrutaba no solo por su agradable y entretenida conversación sino por los interesantes datos y detalles que conocía y vivió al lado de Trujillo, me refirió la siguiente anécdota ocurrida a bordo de la fragata «Presidente Trujillo» en Nagua, meses antes de su muerte.

Don Cucho salió una madrugada a la cubierta de la embarcación a despedirse de Trujillo quien le había encomendado visitar San Cristóbal y Baní y notó un cierto dejo de tristeza o distracción poco común en el personaje, quien le dijo mirando hacia la inmensidad del firmamento en una pose de ausencia: «Cucho pronto ya no estaremos juntos», a lo que éste le respondió, «Jefe no hable así, a usted le queda mucho por hacer en el país», sin responder le despidió con «buen viaje nos vemos en la capital». Corrían los primeros meses del año 1961 cuando Trujillo realizó diversos viajes por el interior del país considerados luego como de «despedida» tratando de mejorar su situación política severamente deteriorada después del desembarco del 14 de junio 1959; el complot del 1J4 en enero de 1960; el atentado a Betancourt el 24 de junio del mismo año; las sanciones económicas y diplomáticas de la OEA en agosto; el brutal asesinato de las Hermanas Mirabal el 25 de noviembre del mismo año; y las presiones del gobierno norteamericano en febrero y marzo de 1961 para que abandonara el país.

En una de mis entrevistas con el general Marco Jorge Moreno, último jefe del Cuerpo de Ayudantes Militares de Trujillo, cuando preparaba mi último libro «Balaguer y Yo: la Historia», le narré esta revelación que me hiciera don Cucho, respondiéndome que recordaba esa despedida a bordo de la fragata y aunque no escuchó la conversación me dijo que ciertamente para la época a veces Trujillo parecía «como ausente» y que en diversas ocasiones lo vio así.

En «Memorias de un Cortesano», Balaguer relata que el día de su muerte al entregarle el discurso que el dictador pronunciaría en la inauguración de un templo Adventista construido en la calle Máximo Gómez de la capital, Trujillo le dijo: «Yo siempre pienso en los muertos”.

Y a mí me confió Balaguer que Trujillo «después de los hechos del 14 de junio y la muerte de las Mirabal había quedado algo atolondrado» (I Tomo, Pág. 143). «Balaguer y Yo; la Historia». 

Y no solo Trujillo actuó así, si nos remontamos solo en nuestra historia, podemos advertir situaciones comunes y provocaciones hechas antes de sus muertes violentas, por Trujillo y Lilís: ambos asediados por problemas insolubles; deterioro político-económico de sus gobiernos; abandonados del afecto y apoyo de importantes colaboradores; advertencias de asechanzas; poca o ninguna escolta, por lo que bien podríamos señalar que ambos actuaron desafiando la muerte que quizás presentían o hasta la hubieran preferido.

A esto se podría agregar que las sanciones de la OEA a Trujillo, sin precedentes en el Continente, socavando por horas su base de sustentación e impidiéndole hallar mecanismos de defensa para enfrentar la situación política, fueran factores que rondando en una cabeza cargada de profundo orgullo, hubiera preferido la muerte a verse en una situación vergonzosa, como el exilio, un secuestro o que lo derribaran del gobierno, por lo que no se estaría lejos de lo posible si se dijera que al ordenar le retiraran la escolta cuando viajara a San Cristóbal, como también me confió el general Jorge Moreno, ésta fuera una forma de buscar un enfrentamiento definitivo con la muerte lo que de seguro hubiera preferido antes que verse humillado.

De manera que no solo es posible que «presintiera su muerte», sino que la desafiara.

Recibe un abrazo afectuoso de tu amigo,

Víctor Gómez Bergés

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