Cartas
Hipólito y Soto

<STRONG>Cartas<BR></STRONG>Hipólito y Soto

En una bien calculada estrategia «independentista», el ex secretario de las Fuerzas Armadas José Miguel Soto Jiménez desencadenó una serie de reacciones públicas, sobretodo a nivel de prensa, para culminar con una frase que fue dirigida, más que a Hipólito Mejía, al consumo de la nación: «Lamento que usted (Hipólito) decidiera sacrificar mi sincera amistad de manera definitivamente irreversible».

«Definitivamente irreversible» fue el «no más»  histórico de «Mano de Piedra” Durán ante Sugar Ray Leonard, el cual cambió, para mal, la percepción que se tenía del otrora héroe latino del boxeo. «Definitivamente irreversible» fue la ejecución de Saddam Hussein, el cambio climático, la explosión de la bomba de Hiroshima…

«Definitivamente irreversible» es cualquier evento que por su naturaleza impida que las cosas «vuelvan a ser o a percibirse como antes». Si lo traducimos al lenguaje cotidiano, «no hay vuelta atrás».

Sin ánimos de pretender emitir juicios de valor sobre el gobierno de Mejía, pendía como «espada de Damócles» sobre la cabeza del general retirado su imagen de «hombre de confianza», «mano derecha» y por qué no, de acólito del ex gobernante. Sus cuatro años al frente de la mano militar del Estado, contra «viento y marea», eran suficientes para que se mantuviera fresca esta percepción. Además, para conservarlo en el cargo, Mejía violó el artículo 44 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, que dice textualmente que el secretario de esta cartera «durará en sus funciones un máximo de dos años».

No eran suficientes los argumentos que Soto Jiménez esgrimía en sus charlas posteriores como «hombre independiente, sin compromisos con nadie». Sobrevivía, con razones lógicas, su imagen de ser un «hombre de Hipólito». Para alguien con aspiraciones propias, para un aspirante a la Presidencia de la República Dominicana, como lo es el general retirado, pesaba demasiado esta cruz. Sin importar el nivel de popularidad del ex mandatario. Eso es harina de otro costal. Soto Jiménez jamás podría brillar con luz propia mientras se le considerase un satélite, seguidor de la corte de Mejía. Tenía que girar por moción propia…tenía que brillar por sí mismo.

Por eso el invitado No. 55 a la tertulia de su plataforma política, la Fundación V República, fue el archi-enemigo de Hipólito Mejía, el presidente Leonel Fernández. Por eso la confusa predicción al parecer «pro reeleccionista» de Soto Jiménez en el marco de esa conferencia. Por eso el secreteo» que le antecedió, el «cabildeo» del nombramiento de la hija del «ex mano derecha», y la colocación de su nombre en la palestra, días antes de culminar su magnífica estrategia, en la que utilizó a militares cercanos a Hipólito Mejía para que le «calentaran la oreja» y lo provocaran. Al final, el resultado era preedecible. Una irreflexiva y emotiva explosión pública del ex presidente Mejía llamando al prestigioso militar» traidor».

Con esta expresión de Mejía, Soto Jiménez logró lo que jamás lograría con explicaciones de conveniencia. Logró la ruptura pública, con el agravante de que Hipólito fue «quien ofendió». El «malo de la película».

Seguir los pasos de un «gran hombre» nunca ha favorecido las aspiraciones propias del seguidor. La gente valora a los independientes, a los desafiantes, a los que hablan por sí mismos. A los líderes. Soto Jiménez, historiador, ávido lector sobre el tema del poder, lo sabe muy bien. Hipólito, sin entrar nosotros en materia de gustos o apreciaciones de su mandato, llena los parámetros de la historia nacional para ser considerado un «gran hombre». Con su estrategia, el general retirado Soto Jiménez se desliga de manera «definitivamente irreversible» de Hipólito Mejía, y comienza ahora a recorrer su propio camino. No al lado de Leonel Fernández, con quien la coyuntura y la conveniencia lo han acercado y lo mantendrán de cerca, quizás muy cerca, por un tiempo. Tal vez más cerca de lo que podemos pensar.

Soto Jiménez, a largo plazo, tiene su meta muy clara. La Presidencia de la República Dominicana…de manera, según denota su accionar, «definitivamente irreversible».

Atentamente,

Ulises Alcántara Martínez

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