Cartas
La gota de Valdesia

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Permítame ser partícipe a través de ese prestigiso periódico, de la tormenta de ideas y cuestionamientos que han surgido acerca de los efectos de la tormenta tropical Noel y de la tormenta subtropical Olga. Con el propósito de informar, hemos leído las observaciones y contribuciones valiosas de ingenieros y técnicos, sobre todo las de los distinguidos ingenieros  Salvador Dajer y Leandro Guzmán, doctor Julio Santos-Cayado, ingeniero Augusto Rodríguez Gallart, entre otros. En estos profesionales se resume un ejercicio de más de 50 años en el área especializada de Hidrología e Hidráulica.

Todos coinciden en la necesaria previsión que hubo de observarse antes y durante el desarrollo de esos fenómenos meteorológicos que tanto daño han causado. Hablamos, y ahora me incluyo, de previsión de los derrames de las presas y desborde de los cauces. Estos vasos naturales o artificiales están carentes de supervisión y manejo de sus respectivas cuencas hidrográficas, tanto agua arriba, como aguas abajo de las presas. En la parte alta, es decir aguas arriba de las presas, es posible retardar la escorrentía y evitar la erosión de los suelos, si se ejecutan planes de reforestación. Esto redunda en beneficio de la vida útil de las presas porque reduce la sedimentación de los embalses. Es norma delimitar con señales visibles el dominio del embalse, su cota máxima y si es supervisado de forma permanente, se evitarían la deforestación y contaminación causadas por los pobladores. Puesto que por experiencia, se sabe, que las familias que no son reubicadas y compensadas con justicia, vuelven a sus predios. La previsión aguas abajo, es mucho más difícil de manejar, primero porque las medidas de protección y seguridad, generalmente, no se ejecutan durante la construcción de las presas, sino casi siempre mucho después de que la presa entra en operación, obviamente con baja escorrentía.

La gente pobre y a veces los no tan pobres, acostumbrados a ver niveles bajos en las corrientes de los ríos, ocupan el cauce y se olvida que quien está preso es el río y que la represa puede desbordarse o ser operada en situaciones de emergencia, llevarse consigo todo lo que encuentre a su paso e inundar predios cercanos con consecuencias desastrosas. No es posible identificar «la gota que derramó el vaso»; pero son perfectamente prevenibles los riesgos, cuando se ejecuta una operación adecuada a las circunstancias y dando seguimiento a los Manuales de Operación. Como previsión aguas debajo de las presas, se señalizan los niveles máximos en el cauce de los ríos para crecidas extraordinarias o desagües de emergencia de las presas, con el objetivo de conservar el cauce del río, adecuarlo y donde exista la posibilidad de desbordes se construyen muros de protección.

La tormenta Noel y ahora la tormenta Olga lo que han hecho es recordarnos, como lo han hecho todas las anteriores, y en este caso para que no lo olvidemos, aunque tengamos que seguir «lloviendo sobre mojado», que el Manejo y Conservación de Cuencas Hidrográficas es una función de alta prioridad para el mantenimiento de los recursos naturales y el medio ambiente, y que no permite descuido alguno; que las capacidades de almacenamiento de las presas se reducen y cuando ocurren crecidas extraordinarias, inducidas o no, como las causadas por Noel y Olga, sucede que tanto los embalses como los ríos salen fuera de sus dominios ocasionando trasvases de una cuenca a otra aguas abajo e inundaciones de áreas jamás sospechadas, por lo que se obliga a una operación racional de los embalses. Otra enseñanza, es el necesario fortalecimiento de los niveles de dirección de las instituciones técnicas especializadas que tienen que ver con los recursos hidráulicos, medio ambiente y recursos naturales. En esta tragedia no hay culpables; responsables sí, y muchos.



Rubén Feliz Lebreault

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