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Es común en denominados eruditos y comentaristas calificar con bastante soberbia y arrogancia de «mediocres o francamente malas» las denuncias o trabajos hechos por aquellos que no han sido sus acólitos, afines en sus ideas y en sus estilos literarios, muy especialmente, cuando el tema es de su conocimiento. En esta oportunidad, no se trata de ello, más bien de la libertad de hacer algunas reflexiones y otros apuntamientos sobre una profesión que amo y me apasiona su ejercicio.

Recientemente, el Colegio de Abogados de la República Dominicana (CARD), en la persona de su presidente, el licenciado Julio César Terrero Carvajal, denunció por partida doble: 1.- Que “hay tres mil abogados falsos» y 2.- Que en su gestión han sido conocidas unas 800 querellas de clientes contra abogados, por lo que han sido devueltos más de RD$55 millones en efectivo… a favor de los afectados». De lo anterior parecería que el licenciado Terrero Carvajal y su directiva recién se inauguran en sus posiciones, haciendo pronunciamientos erráticos, imprecisos, nada desglosados y por demás fuera de contexto, queriendo hacer unos paralelismos impropios con el balance que diera a conocer recientemente la Suprema Corte de Justicia en su décimo aniversario, en materia disciplinaria respecto a los jueces inferiores.

Más que denunciar, el Colegio de Abogados debió rendir cuentas de la presente gestión, la cual finalizará el próximo mes de diciembre, dando a conocer, entre otras cosas, lo siguiente: ¿Cuál fue su programa de gobierno y cuáles proyectos fueron efectuados y mantenido eficientemente operando? ¿Qué cantidad de personal necesita el Colegio y cuántos nombraron y mantiene esta directiva en la nómina del Colegio? ¿A cuánto asciende el monto de la nómina actual del Colegio y en cuánto estaba cuando asumió el control esta directiva? ¿A cuánto ascienden los sueldos, viáticos, uso de vehículo, de teléfono celular, gasolina y gasto de representación de parte de su personal, y en cuánto fue encontrado? ¿Cuánto recibe el CARD de la Tesorería Nacional por la Ley No. 91-83, cuyo monto de las estampillas antes del 2004 era de 0.30 centavos y a partir de dicho año aumentó a RD$30.00 por cada documento depositado ante los Tribunales de la República? Y finalmente, ¿qué ha hecho esta directiva para la innovación y relanzamiento del Colegio para escuela y foro de discusión, y no como tribuna de denuncia consuetudinaria?

Con esta denuncia la directiva del Colegio de Abogados de la República Dominicana (CARD) se auto acusa de mal desempeño de sus responsabilidades, por omisión, inacción o haber sido famélicos en su accionar para pensar y articular una campaña campal contra el ejercicio ilegal de la profesión o la usurpación de funciones o de calidad, delitos debidamente tipificados en el Código Penal Dominicano, y de hecho, constituirse como actor civil en la apertura de un proceso penal, para pedir las correspondientes sanciones y reparaciones civiles, no solo para el perjudicado directo sino también indirecto como lo es el Colegio de Abogados como órgano público de contenido y sentimiento colectivo. Amén de que el presidente del CARD tampoco precisó en su denuncia sobre los correctivos preventivos puestos en marcha por el Colegio, para impedir que licenciados en Derecho, no abogados, incurrieran en desafueros contra sus clientes y relacionados.

Parecería que todo el mundo es abogado, hasta tanto se pruebe lo contrario, como expresara Pío Baroja, o que todos los conductores de tranvías, malhechores, pillos, asaltantes, rufianes, pistoleros y asesinos son abogados; por el contrario, abogado es un concepto que urge reivindicar como el de justicia, acabar con ese equívoco nos toca a todos, en especial al Colegio, pues abogado no es ser truchimán, plagiario o profesional de la trampa y la falsificación, sino más bien, abogado es el que ejerce permanentemente la abogacía, con rectitud de conciencia más que el tesoro ofrecido o acumulado por el ejercicio de la profesión. No olvidemos que de la abogacía han salido los juristas, jueces y fiscales que desde siempre, por su capacidad y honestidad, diferenciamos y respetamos todos.

Atentamente,
Talleyrand Murat González

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