Cartas
Reyes y el Niño Jesús

<STRONG>Cartas<BR></STRONG>Reyes y el Niño Jesús

Después de saludarle y esperando que los Reyes Magos se hayan «portado» bien con usted, quiero referirme a la tradición capitaleña, sureña y del Este, a la que hoy se refieren tres reputadas personalidades a través del Hoy, doctor José Silié Ruiz, señor Juan Bolívar Díaz Santana y la señora Rosa Francia Esquea, de «poner» juguetes a los niños para la Epifanía de los Reyes Magos en contraposición de los pueblos del Cibao y del Norte, en donde se ponen los juguetes para el amanecer del 25 de diciembre, día del nacimiento del Niño Jesús.

En mi querido Dajabón, el día de Noche Nueva hacíamos el acopio de yerbas, para ponerla con agua en el arbolito, lugar al que llegaría el Niño Jesús a dejar los juguetes que tempranito en la mañana, todavía oscura, del día 25 iríamos a encontrar ese carrito o par de revólveres con el que despertábamos al vecindario y con el que nos pasábamos las vacaciones de Navidad jugando. Creo que por el Cibao y el Norte no ha llegado con tanta fuerza esa figura «grotesca, gorda y fea» de un tal «Santicló» que con un «jó, jó, jó» asusta y espanta a los niños. Si uno no se «portaba bien» y el Niño Jesús no te dejaba, entonces existía la posibilidad que los Reyes o la Vieja Belén te dejarán donde un hermano/a o tío/a que vivía en la capital. Como vemos, el Niño Jesús tiene más opciones.

Siempre me ha parecido que dejar juguetes el 25 de diciembre tiene más sentido para los niños, pues cuando son los Reyes, al otro o poquísimos días después, deben volver a la escuela, y el tiempo para disfrutar el juguete es muy corto. De todas formas, es una bonita tradición que debemos preservar.

Y la inocencia infantil fortalecerla con los cuentos tradicionales, que tanto bien les hacen.

Agradeciendo su gentileza, queda de usted

 

Atentamente,

Leonardo Díaz Jáquez



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Vividor y abusador

Acudo a su reconocida gestión de bien a través de la comunicación periodística, a fin de lograr alguna advertencia con relación a un delito que a diario y desde hace años comete un desalmado, empleando como señuelo a una niña.

El señor en cuestión, de tez morena, alto de estatura y contextura fuerte, no obstante de aparentar sobre los sesenta, detiene el auto en un sitio de mucho tránsito y/o cerca de alguna celebración. Levanta la tapa del baúl y el bonete, toma un alicate en la mano, coloca un galón vacío encima de la capota, mientras la niña «inocente» juguetea alrededor. El señor, siempre bien vestido, y el desamparo de la niña conforman un cuadro que mueve a la compasión y éste reúne considerable cantidad de dinero, abusando de la caridad pública.

Es de subrayarse, que la primera vez que esto se me presentó hará cosa de unos cinco años en los alrededores de la Casa San Pablo, donde se celebraba una investidura. Después le he visto una y otra vez en salidas de mucho movimiento, o urbanizaciones de gente más o menos cómoda, siempre acompañado de la misma niña, ya de unos doce años.

El 31 de diciembre último, este tunante ocasionó un tremendo tapón, en la salida al Oeste desde la Núñez al Malecón, al detenerse carros en fila de gente buena, presionando las puertas del Cielo al querer contribuir con este cuadro «conmovedor» excelentemente montado. Tan bien le fue en el sitio que hoy, solo cinco días después, repitió la actuación allí mismo, el carro dañado, la niña inocente que juguetea… Esta vez el tipo andaba en un carro Caprice Classic, color vino.

Mucho agradezco la atención que la presente le haya merecido.

Atentamente,

Enrique Ruffin Popa

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