Desde Vidas paralelas de Plutarco, la narración de una vida ha sido un motivo para construir la historia de un ser ejemplar. Y eso es lo que nos queda cuando leemos Pedro Henríquez Ureña. Errancia y creación (Taurus, 2003), de Andrés L. Mateo, sobre el itinerario cultural de Henríquez Ureña. Un ejemplo que, sin embargo, ha sido poco valorado en la República Dominicana. El texto de Mateo nos conduce por los caminos físicos y espirituales que siguió el maestro de América. En el viaje de la lectura, el autor nos hace acompañar al humanista en su trashumancia por el mundo. La pasión de la cultura y el aprendizaje, el dolorido vivir, son narrados con una prosa límpida, directa y de hermosos momentos poéticos.
Este libro es significativo en la ensayística de Andrés L. Mateo en la medida en que pone como un continuo su visión de República Dominicana y de América Latina. Está estructurado, como toda biografía, por una narración vital que se abre con el nacimiento y termina con la muerte. Los periodos de caídas son constantes en el personaje, su reconocimiento fuera de su patria es apoteósico, las peripecias de la política dominicana lo convierten en un errante. Pedro Henríquez Ureña es, en la narración de Mateo, un héroe que busca el fuego del saber; mas acosado por el autoritarismo, no puede regresar a su comunidad de origen. Henríquez Ureña fue maestro allende las fronteras, pero no en su propia patria.
[b]ENFOQUE DESDE TRES ELEMENTOS[/b]
Una tríada de los saberes se convierte en enfoque permanente en la narración de Mateo. Ésta se basa en tres elementos fundamentales en toda su ensayística: la política, la economía y la cultura. En este libro la política es una espada de Damocles, pues es la
relación entre autoritarismo y democracia lo que perfila el contexto dominicano y latinoamericano en el que, en primer lugar, va a nacer Pedro Henríquez. Dos de esos elementos se encuentran en su origen: una parte de su familia proviene de los judíos sefarditas, anclados en Curazao y que luego pasan a Santo Domingo. De ahí parte de una diáspora empujada por el autoritarismo y el comunitarismo religioso.
Luego, su nacimiento se da en el contexto de la lucha dominicana por la organización liberal del Estado, que más tarde queda en las manos del dictador Ulises Heureaux. En A mi Pedro, el poema que le dedicara su madre Salomé y que Mateo lee, como letra que se impregna en la idea del héroe Pedro, la relación entre las letras y la espada queda configurada y en cuya lucha el mundo letrado debe ganar a la marcha de la guerra. Esa preocupación de la madre es sintomática y declara el futuro del niño como héroe de la cultura. La política va a determinar en muchos sentidos el itinerario del padre y así el de Henríquez Ureña. El inicio de ese salir de la comunidad en busca del saber lo inicia el padre y ese itinerario se va a transformar en la salida como una forma de evitar el encuentro frontal con el autoritarismo del dictador Heureaux. La herencia del padre arrastra al hijo.
Lo económico se convierte en un eje fundamental en la narración, pues será parte condicionante de los esfuerzos por mantener la adquisición del saber. En Cabo Haitiano, el joven Pedro estudia francés. Y con esto se inicia la relación toponímico aprendizaje. Pero es constantemente un ser en busca de la cultura y un héroe dominado por las peripecias económicas y políticas. Las vicisitudes económicas están marcadas por el nivel de estabilidad personal: cuando su padre no puede mantenerlo en Nueva York, pues ha cambiado la situación política en República Dominicana, Henríquez Ureña se ve forzado a aminorar su búsqueda cultural y trabajar en una empresa comercial. Para lograr este empleo tiene que hacer un aprendizaje nuevo: aprender las técnicas de administración de oficina y perfeccionar sus competencias en la lengua inglesa.
En la narración, a veces se nota que la economía es parte del contexto social, pero en su mayor parte la economía es la familiar y la personal de Pedro Henríquez Ureña. Si en el Lazarillo de Tormes, como ha señalado Francisco Rico, se muestra a un anti héroe que tiene hambre y lucha por saciarla, en este texto sobre la vida de Henríquez Ureña se representa a un héroe que busca desesperadamente la cultura, todo el tiempo, y que nunca la saciará, nunca logrará terminar su búsqueda y nunca logrará afincarse en suelo propio. Situación económica y autoritarismo le impiden convertirse en Prometeo y robar el fuego de los dioses y entregarlo a su comunidad.
[b]UN HÉROE CULTURAL[/b]
La cultura es el constituyente último y fundamental de la tríada. Pedro Henríquez Ureña es, en la narración de Mateo, un héroe cultural. Y éste es tal vez su mayor elemento de ejemplaridad. Un héroe cultural que surge, primero de una entrega prodigiosa a las letras: de ahí toda la narración del Pedro niño, de sus pequeñas hazañas como lector e imberbe periodista y crítico literario. De su cuna letrada: su abuelo poeta innovador; de su madre poetisa aclamada; de su padre científico; su tío, amigo del patriota Martí; de su ejemplar vida cultural en el hogar, donde se educa; de la preocupación que, en las epístolas, deja su padre desde París, centro del mundo cultural; en fin, no hay nada de que hurtar: Pedro nace letrado y su vocación será siempre una búsqueda. Sobre todo la exploración de la perfección o de la identidad, no sólo de los dominicanos, sino de todo un continente.
La formalización de esa vida estará, en un principio, determinada por las ideologías dominantes. Esas visiones de mundo marcan a Henríquez Ureña: originalmente por el positivismo, que en Santo Domingo es el hostosiano, contradictor del autoritarismo, pero que en México será el sustento del autoritarismo de Porfirio Díaz. Esto se une al arielismo de Rodó que Henríquez Ureña abraza con una mirada latinoamericanista. Positivismo y arielismo formarán la visión de mundo del héroe cultural dominicano. En ellos se levanta para entrar al mundo cultural cubano, y luego al mexicano. Poco a poco, va dejando atrás su positivismo. Andrés L. Mateo lo presenta como un ente en transformación. México lo va a convertir en revolucionario de la cultura, mientras la revolución realiza su trabajo en el campo de lo económico y lo político. Pedro se abraza a la cultura, lugar donde puede luchar sin ser atacado por su condición de extranjero. Mas en México tiene camaradas iguales y a la vez realiza lo que ha hecho con su hermano Max, ser su maestro y hermano. En México, Henríquez Ureña forma una confraternidad de ilustres de América: el Ateneo de la Juventud se instaura como faro rodosiano de América.
En México, Pedro encuentra ciertas raíces, raíces americanas. El éxito le acompaña y también su lucha personal que se convertirá en el relato de Andrés L. Mateo en lucha agónica, existencial. En México deja de ser verdaderamente positivista y comienza su búsqueda de los universales. La lectura de Platón, el encuentro formal con el mundo griego, con Nietzsche, con la filosofía del momento, a la vez que profundiza en la mexicanidad y en los orígenes culturales de la América hispana en su libro En la orilla. Mi España. El encuentro con los universales es lo que mejor define la cultura de un erudito en formación. Son universales de la mirada, archivos de la humanidad en los que el sabio entra como el que se baña en un río. Mas en Henríquez Ureña, lo universal tiene una especificidad local, cultural y filológica. Y Mateo nos muestra esa relación, la que se une a la correspondencia en la vida y la obra, con lo que el héroe cultural letrado es siempre una constante indagación. Ideología arielista en la mirada a Estados Unidos
Andrés L. Mateo muestra las distintas miradas que da Henríquez Ureña a la ciudad de Nueva York. Su papel de pionero de los estudios hispánicos en Estados Unidos. Pero también las contradicciones entre su patriotismo dominicano con la política norteamericana. Y así la ideología arielista sirve como un sustrato de la mirada. Es con los ojos de Rodó que Pedro Henríquez mira a los Estados Unidos, arielismo que se va trasformando y que luego llegará a convertirse en La utopía de América, en la que Henríquez Ureña califica a los vecinos del norte como el país donde la utopía ha sido
secuestrada a favor del utilitarismo y el comercio. En Estados Unidos logra el héroe cultural dominicano el aprendizaje de una lengua, el conocimiento de un contexto cultural, la extensión de su erudición hacia el mundo y la cultura anglosajona y el reconocimiento en una de las cunas de la difusión de las ideas del mundo hispanoamericano. En Minesota, Pedro Henríquez Ureña fue alumno y maestro, poco después en Harvard ya era una leyenda. En cada uno de sus triunfos, Henríquez Ureña es narrado como el fluir de una vida que se divide entre una búsqueda incesante del fuego del saber y una angustia personal, una trashumancia lastimera.
Si en México fue héroe de la cultura, compañero y maestro de quienes serían las voces más preclaras del continente, como Caso, Reyes y Vasconcelos; si en México fue discriminado y convertido en Menox, haitiano y puertorriqueño, si allí logra cátedra, puestos en el sistema educativo y reconocimiento público: querido y despreciado por sus enemigos traicionado por José de Vasconcelos y comprendido por Alfonso Reyes ; en Argentina será ignorado, menospreciado por las autoridades educativas y, sin embargo, tendrá palestra en la revista Sur, discípulos como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato. En la región austral logró realizar una gran labor editorial con Losada, de la que fuera socio, y escribe sus principales obras como lingüista. Mateo llama al periodo argentino la etapa de la madurez.
Su breve estancia en Santo Domingo como ministro de educación y reformador, lo pone de nuevo de frente al autoritario. Mateo narra que es el autoritarismo el que no le permite al héroe cultural regresar a la comunidad y entregar el fuego del saber. La ciudad letrada de Santo Domingo está dominada por un dictador. Henríquez Ureña vuelve a su diáspora cultural: regresa a la Argentina. Su muerte la describe Mateo como el continuo trajinar, como metáfora de una labor educativa y cultural que aún debe perdurar como ejemplo.
Este ensayo biográfico es fundamental en la ensayística de Andrés L. Mateo. Lo es porque a través de él podemos entender al autor y encontrar el perfil que él ve en la dominicanidad. Para Andrés L. Mateo, esa dominicanidad es cultural. Su ensayística nos muestra la relación entre el poder y los letrados. El resumen de esta relación está determinado por el uso que el poder da a la cultura, una cultura que pocas veces puede ver más allá del poder. Existen tres intelectuales a los que Mateo ha consagrado sus reflexiones: Arturo Peña Batlle, Joaquín Balaguer y Pedro Henríquez Ureña.
En el primero sitúa un pensamiento ancilar que busca darle base ideológica a la dictadura de Rafael L. Trujillo, una dictadura que no podrá asumir el pensamiento de Peña Batlle ya que el pragmatismo la domina. En el segundo, Balaguer, muestra a un letrado gobernante que realiza un discurso oblicuo en el que se mezclan jerga y pensamiento, todo con el interés de suceder a Trujillo. En el caso de Henríquez Ureña es el autoritarismo el que no le permite ingresar a la ciudad. Una ciudad que él había sublimado en una ciudad cultural, para evitar a la polis y las consecuencias que el posicionamiento acarreaba.
En Pedro Henríquez Ureña. Errancia y creación Andrés L. Mateo parece prefigurar el destino de la intelectualidad dominicana: su lucha por el pensamiento y la cultura la conduce al aislamiento, al destierro o al silencio. Pedro Henríquez Ureña pudo realizar su gesta fuera de su propia tierra. Y a más de medio siglo de su muerte, esa gesta es el gran ejemplo que legó a los dominicanos. Nadie como él llegó tan lejos. Nadie como él logró estar más lejano del poder autoritario, lejanía que no siempre, vale decirlo, lo liberó de sus garras.
Esta obra es significativa, además, porque en ella Andrés L. Mateo pone en ejecución la cartografía de su mirar lo dominicano. Su saber es un desplazamiento desde la economía, la historia, la política y la cultura. Con la figura de Pedro Henríquez Ureña nos pone a pensar en la dominicanidad. Y más allá, su estilo literario es aquí directo: como si quisiera que
Henríquez Ureña hablara por sí mismo. El telón de fondo de los acontecimientos no deja de ser el mismo que acompaña las reflexiones de siempre de Mateo: sus tesis sobre el país, el tono angustioso, la vida dominicana como las innumerables caídas del ideal
de libertad y la lucha sostenida por conocer, aprender y saber. Todo esto aparece unido a una voluntad de identificación, a un deseo de pertenecer y a una utopía grande que en Santo Domingo tiene como puerto el derribo del autoritarismo y del pragmatismo, a favor de una vida cultural, política y democrática digna.