Casandra Damirón

Casandra Damirón

Casandra Damirón sobresale en el panorama de la música popular dominicana como una figura de gran relevancia, no únicamente por su condición de artista versátil, gran intérprete y magnífica gestora de diferentes aspectos de nuestro folklore; sino, que en adición de lo anterior, nos referimos en esta ocasión a una dama en cuya atrayente personalidad concurren diferentes factores de relación, simpatía, sentido de la amistad y profundo dominicanismo.

Como complemento, y como coincidencia del destino, Casandra forma un genuino e ideal hogar de artistas, al unir su existencia a uno de los más insignes maestros de la música criolla, don Luis Rivera, el maestro, compositor y pianista, director de orquestas y bandas militares. Luis Rivera escribe canciones de hermosa textura y encantador lirismo. Casandra recibe estas composiciones de primera mano, les imprime sus personales y coloridos diseños estilísticos, y las convierte en preciado material de su repertorio.

Física, mental y emocionalmente es el artista un ser, frágil, vulnerable a las durezas del vivir, depresivo ante el desconocimiento de su trabajo; al mismo tiempo tenaz luchador y forjador de sueños; experto simulador de calma y sumisión ante las adversidades y a la vez paciente cual felino hasta alcanzar el auditorio deseado.

El artista es un ser egocéntrico por necesidad, abstraído y sumido en una profunda y requerida soledad, un espacio no compartido desde donde brotan sus creaciones hacia el mundo que los rodea, producto de sus propias convicciones y vivencias interiores. La creación artística es, en efecto, una manifestación autobiográfica.

El caso de la música, más específicamente, llega más lejos, deviene más complejo que en otras disciplinas. Beethoven, en una de sus históricas conversaciones con Goethe, le manifestó, “la música está por encima de la filosofía, llega y sobre pasa  donde esta se detiene”, y el poeta asintió.

La música es un idioma, y como tal tiene su propio vocabulario, sus reglas gramaticales, sintaxis y todo lo demás, es un medio de expresión de aquello que la palabra es incapaz de explicar.

La música, en definitiva, no es el arte de los sonidos como se nos ha dicho, el sonido no es para esta más que un simple instrumento, un utensilio. El verdadero sentido de la música no se detiene en los sentimientos y emociones, ni es un simple entretenimiento o deleite de ocasiones, se trata de contarnos entre arabescas y arpegios, armonías y melodías, la verdad primera y última de nuestra existencia.

Al hablar de Casandra Damirón, vienen a la mente todas estas reflexiones. Ella nos ha dejado una larga estela de musicalidad, de finura y delicado estilo, utilizando los atributos que como prendas han ornado su personalidad, con una voz de registro muy especial, grave, redondeada, al mismo tiempo con todas las propiedades y sutilezas de la femineidad.

Sus interpretaciones de música típica, merengues y mangulinas y otros géneros, han adquirido coloraciones diferentes con su presencia y hábil manejo. Por encima de las reticencias ortodoxas y a la vez con un inusitado sentido del espectáculo, puso en marcha un grupo de bailes y cantos folklóricos, con un vistoso atuendo y cauteloso revestimiento de modernismo; sin trasgredir los límites de la expansión y la teatralidad, supo elevar los valores autóctonos a niveles de aceptación universal, causando con ello manifestaciones de reconocimiento y admiración, aún en los más distinguidos y exigentes escenarios, tales como en Madrid en el año 1977 durante la inauguración de la Gran Plaza de Colón de aquella ciudad y un Teatro adjunto a la misma. Para esta especial ocasión fue invitada Casandra, actuando durante una semana con su grupo de bailes junto a un numeroso elenco de artistas del país entre ellos Joseíto Mateo, Luchi Vicioso y Lope Balaguer, todos acompañados por una conocida orquesta.

En su trato personal, mostraba la Soberana un carácter afable siempre con matices de un alto sentido del humor. El hogar, forjado por uno y otro, se convirtió y perduró durante décadas como un centro obligado de encuentros entre artistas y admiradores. Finalizando los años setenta visitó el país el conocido promotor de boxeo Don King. Una de las razones de su estadía fue conversar con Casandra acerca de la posibilidad de presentar un espectáculo artístico como atracción y en ocasión del anunciado encuentro entre el pugilista dominicano Miguel Montilla como contendor del título frente al campeón mundial del peso welter, el colombiano Kid Pambelé; el tal encuentro tendría lugar el 18 de enero de 1979 en el Madison Square Garden de Nueva York.

Así pues, los bailes y cantos folklóricos de Casandra Damirón se desplazaron hacia la gran urbe en aquella fecha acompañados de una gran orquesta y armados de un inusitado entusiasmo a la vez muy bien correspondido por una muchedumbre no menos rebosante del más puro y acendrado dominicanismo.  Aunque Montilla terminó la pelea miserablemente golpeado por Pambelé, la ocasión fue eficaz para poner en escena la mejor música popular y folklórica dominicana. Cito este acontecimiento para exaltar aún desde los lejanos estadios del tiempo transcurrido, la presencia gigantesca de la Soberana en aquel escenario frecuentado por los más prestigiosos artistas del mundo. Las graderías colmadas por un público, si bien heterogéneo, pero en gran parte impregnado de la mejor esencia dominicana, aplaudió con frenesí los bailes típicos estilizados y la voz resonante de Casandra Damirón junto a Vinicio Franco.

Veamos un poco quién es Casandra Damirón, su estirpe, su carrera y la trayectoria que le ha valido su nombradía y el lugar preponderante que ostenta en la historia de la música popular dominicana, las razones por las cuales estamos reviviendo su presencia en este momento.

Nació nuestra artista en la ciudad de Barahona el día 12 del mes de marzo, año 1919. Su procedencia es de un hogar de artistas: su padre, Eliseo Amable Damirón fue guitarrista clásico, por una parte, mientras su tío, Rafael Damirón destella en los anales de la cultura criolla como costumbrista, dramaturgo y novelista. Ya en 1925, cantaba ella con sólo seis años de edad, y a los once, actuaba en el Teatro Unión y en el Centro de Cultura de su pueblo. Su carrera profesional se inicia en los  albores de la Voz del Yuna en Bonao donde fue aclamada como la Soberana de la Canción por sus sobresalientes dotes.

Incursionó en la televisión criolla como productora desde la década de 1970 con el programa “Aquí Nosotros”, junto a su esposo el maestro Luis Rivera. Ha sido condecorada por el superior Gobierno, con la orden de Cristóbal Colón con el grado de Caballero. Como es conocido, los cronistas de arte, crearon los premios, el CASANDRA, los cuales culminan con el esperado SOBERANO, como una reminiscencia a su persona, y así mismo, ha sido consagrado con su nombre el edificio que alberga la radio y televisión dominicana.

Recientemente ha sido designada una estación del Metro de Santo Domingo con el nombre de Casandra Damirón, como símbolo del arte popular dominicano. Señoras y señores, honor a quien honor merece, la misión de todos nosotros es mantenernos alertas para que el recuerdo y el reconocimiento de nuestras grandes figuras, hombres y mujeres, no decaiga ante el pretexto del transcurso del tiempo y el olvido. Porque, ningún pueblo ser libre merece, no sólo por ser indolente y servil, sino, también por su indiferencia hacia los grandes valores que lo han conformado.

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