Casandra y Luis

Casandra y Luis

[b]Señor director:[/b]

Antes de yo conocer plenamente el inmenso valor artístico tanto de Casandra como de Luis; antes de atisbar yo el significado popular de ambos; antes de preveer yo que como suma y compendio de lo antedicho Acroarte iba a instaurar una gran premiación nacional conocida como Casandra y el soberano al mejor artista dominicano del año y que la increíble generosidad de la Cervecería Nacional Dominicana iba a invertir cuantiosa suma anual en la presentación artística y la premiación, por categorías, de dicho premio.

Antes de yo percatarme de esas cimas ya yo era afortunado partícipe de la amistad personal y familiar del acogedor hogar de Casandra y Luis.

Situado en la transitada vía que lleva el nombre del restaurador mocano José Contreras, en el corazón de Gazcue, ese hogar de puertas abiertas se convertía, en minutos, en una festiva reunión de canciones románticas y sones populares de labios de Casandra o del piano de Luis, a las que se unía la espontánea coral de los presentes.

Cuando pasaron los años y Casandra y Luis recibían reconocimientos populares yo me decía sorprendido a mí mismo:

«Mirate donde estabas».

Porque pasar yo por las calles vecinal y oír el bullente estruendo rítmico de la fiesta y girar el guía hacia su hogar era una misma casa.

Cuando me encontraba yo con Casandra en el Palacio que hoy acertadamente lleva su nombre me reconvenía «¿Qué te pasa que no visitas a tu familia?»

Cuando la inolvidable Quisqueya escaló las cimas de la diplomacia aquel hogar, sin desmedro de su criollismo se proyectó hacia lo internacional.

Quisqueya, cariñosa, me hacía pensar que ambos provenían de unos padres amantes de su tierra y artistas por naturaleza. Me fijaba en sus nombres.

Después conocí a otros egregios miembros de la Familia Damirón.

Tal era la confianza, que un día Luis, siempre moderado, se me presentó en mi oficina de la Secretaría de Agricultura, con su uniforme de Coronel como director de la banda de música de la uniformada.

Me solicitó una beca con Puerto Rico para un hijo de Quisqueya que de inmediato canalice.

Pero con Luis me unió más un lazo que me tendió y sensibilizó mi orgullo patrio.

En una de esa fiestas hogareñas me invitó a su lado sentado al piano: «oye esto…»

Y tocó.

Yo le dije con aire de conocedor: «eso es una habanera…»

Para responderme: «Es que mi inspiración musical es cubana…»

Me henchí de orgullo nacional. Y me volví para Casandra:

«Préstame un papel y un bolígrafo…Oye lo que me acaba de decir Luis».

«Toma una servilleta y no tengo bolígrafo, ten ese lápiz».

Luis complaciente me escribió y firmó su decir. Yo guardo dentro de los pliegues de una servilleta arrugada el vívido recuerdo de Casandra y Luis.

Atentamente,

Francisco Dorta Duque

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