Entre las ruinas de un paraíso tropical donde alguna vez personalidades del jet set disfrutaron copas de ron bajo el sol caribeño, muchos niños y niñas abandonados buscaban sobrevivir.
Los menores mendigaban alimentos y buscaban comida entre desperdicios, pero nunca juntaban lo suficiente para calmar su hambre hasta que un contingente de cascos azules de la ONU se instaló a poca distancia.
Esos hombres habían venido de tierras lejanas, hablaban una lengua extraña y ofrecían a los niños haitianos galletas y otras golosinas.
En ocasiones les daban algunos dólares, pero el precio era alto: los casos azules de Sri Lanka querían tener sexo con niñas y niños que incluso tenían apenas 12 años.
«Ni siquiera tenía senos aún», dijo una menor, conocida como V01, Víctima Número 1. Ella dijo a investigadores de la ONU que en los siguientes tres años, de los 12 a los 15 años, tuvo sexo con casi 50 cascos azules, entre ellos un «comandante» que le dio 75 centavos.
Contó que a veces dormía en camiones de la ONU, en la base próxima a lo que fue un centro turístico, ahora en total deterioro. La maleza y otras plantas han invadido o devorado los otrora glamorosos inmuebles del lugar.
La justicia para las víctimas como V01, sin embargo, es inusual.
En una investigación sobre las misiones de la ONU en los últimos 12 años, The Associated Press encontró casi 2.000 denuncias contra cascos azules y otro personal del organismo por abuso y explotación sexual, en lo que parece un indicio de una crisis mucho mayor de lo que se conocía hasta ahora.
En más de 300 denuncias las víctimas eran menores, pero sólo una fracción de los perpetradores fue a parar a prisión, encontró la AP.
Jurídicamente, la ONU está limitada para actuar. No tiene jurisdicción sobre los cascos azules y la sanción de los responsables corresponde a los países que aportan los efectivos militares.
La AP entrevistó a presuntas víctimas e investigadores, así como a funcionarios y exfuncionarios de la ONU, y solicitó a gobiernos de 23 países información sobre el número de sus cascos azules que enfrentaban ese tipo de denuncias y las acciones emprendidas, si es que las hubo, para investigarlas.
Salvo raras excepciones, pocos países atendieron las solicitudes de información reiteradas, y en el caso de quienes fueron encontraron culpables sus nombres permanecen bajo reserva, lo cual hace imposible determinar la rendición de cuentas.
Una solución se vuelve inalcanzable por la falta de un acuerdo entre los Estados miembros de la ONU para concretar una reforma amplia y una rendición de cuentas.
Aquí en Haití, al menos 134 cascos azules de Sri Lanka estuvieron involucrados en una red que utilizó sexualmente a nueve menores de 2004 a 2007, de acuerdo con un informe interno de la ONU obtenido por la AP.
Después de la difusión del documento, 114 cascos azules fueron enviados a su país y ninguno terminó en la cárcel.
En marzo, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, anunció nuevas medidas para enfrentar el abuso y la explotación sexual por parte de cascos azules y demás personal de la ONU.
«Digámoslo con una sola voz: No toleraremos que nadie cometa o consienta la explotación ni el abuso sexual. No permitiremos que nadie tape estos delitos con la bandera de la ONU», expresó Guterres.
Sin embargo, esa proclamación sonó penosamente familiar: Hace más de una década, Naciones Unidas encargó un informe que prometía prácticamente lo mismo, pero la mayoría de las reformas jamás se concretaron.
Dos años después de aquellos compromisos, los soldados continuaron abusando de los menores en Haití. Y en años posteriores, han pesado sobre los cascos azules acusaciones similares en todo el mundo.
En uno de los peores casos en Haití, un adolescente dijo que cascos azules uruguayos lo violaron tumultuariamente en 2011 y grabaron la agresión sexual con un celular.
Decenas de mujeres haitianas también afirman que las violaron, y decenas más dicen que recurrieron al eufemísticamente llamado «sexo de sobrevivencia», en un país donde la mayoría de sus habitantes vive con menos de 2.50 dólares por día, según determinó la AP.
El abogado haitiano Mario Joseph intenta conseguir una indemnización para las víctimas de una cepa mortal de cólera vinculada a la llegada de cascos azules nepaleses. Según algunos cálculos, 10.000 personas murieron debido a la enfermedad.
Hoy, Joseph intenta conseguir manutención infantil para poco más de 10 mujeres haitianas a las que cascos azules dejaron embarazadas.
«Imagine que Naciones Unidas va a Estados Unidos, viola a menores y lleva cólera», declaró Joseph en Puerto Príncipe. «Los derechos humanos no son sólo para la gente blanca rica».
El senador federal estadounidense Bob Corker coincide con el abogado.
El legislador republicano de Tennessee, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, exige reformas en Naciones Unidas.
Corker bien podría impulsarlas durante la presidencia de Donald Trump, cuyo gobierno ha propuesto una reducción de 31% al presupuesto estadounidense relacionado con la diplomacia y la asistencia exterior.
Corker y la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, quieren una revisión de todas las misiones del organismo mundial.
El senador recordó su disgusto durante una audiencia sobre los casos de abuso sexual de personal de la ONU en la República Centroafricana que salieron a la luz el año pasado.
«Si yo escuchara que una misión de paz de la ONU va a llegar cerca de mi casa en Chattanooga, tomaría el primer avión para regresarme y proteger a mi familia», dijo el legislador a la AP.
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El centro turístico Habitation Leclerc era muy famoso en Puerto Príncipe, un exuberante lugar en medio de las tétricas callejuelas de la capital. Durante su época de gloria en la década de 1980, celebridades como Mick Jagger y Jackie Onassis solían descansar cerca de la piscina o recorrer las instalaciones, que incluía un templo vudú.
Para 2004, el complejo estaba convertido en un conjunto de inmuebles deteriorados y varios niños, huérfanos o abandonados por sus padres, vivían en las ruinas.
Fue ahí donde V01 conoció a otras víctimas, dos adolescentes señaladas en el informe de la ONU como «V02» y «V03», y un chico, «V08». El muchacho las ayudaba inicialmente y les traía de manera ocasional comida de casa de una tía, pero casi siempre tenían hambre.
Los cascos azules llegaron ese año como parte de una nueva misión para contribuir a la estabilización de Haití tras la destitución del presidente Jean-Bertrand Aristide.
Los ceilaneses, unos 900 efectivos, llegaron a un país históricamente inestable, afectado por la violencia y los secuestros, durante un gobierno deficiente y mal preparado para confrontar el caos.
Algunos de los cascos azules del contingente de Sri Lanka se instalaron cerca del otrora centro turístico.
En agosto de 2007, Naciones Unidas recibió quejas de «interacciones sospechosas» entre soldados ceilaneses y menores de ambos sexos de Haití. Los investigadores de la ONU entrevistaron entonces a nueve víctimas así como a testigos, pero la red sexual continuó activa.
V02, que tenía 16 años cuando un grupo de la ONU la entrevistó, dijo a ese equipo que tuvo sexo con un comandante ceilandés al menos en tres ocasiones. Ella lo describió como un tipo pasado de peso que usaba bigote y llevaba un anillo de oro en el dedo medio.
Ella afirmó que ese comandante a menudo le mostraba una fotografía de su esposa. Los cascos azules también le enseñaron algo de su lengua para que pudiera entender las insinuaciones sexuales. Los menores incluso conversaban en ceilanés entre ellos cuando los investigadores de la ONU los entrevistaron.
V03 identificó a 11 efectivos de Sri Lanka mediante fotografías, uno de los cuales ella dijo que era un cabo que tenía una cicatriz de bala «distintiva» entre la axila y la cintura. V04, entonces de 14 años, dijo que tenía sexo a diario con los soldados a cambio de dinero, galletas o jugo.
Otra víctima joven, V07, recibió una llamada telefónica de un casco azul de Sri Lanka cuando la entrevistaban los investigadores. Ella explicó que los soldados pasaban a los miembros del nuevo contingente el teléfono de ella para que la llamaran y tuvieran sexo.
El chico, V08, dijo que tuvo sexo con más de 20 ceilaneses. La mayoría de ellos se quitaban sus identificaciones antes de llevárselo hasta unos camiones militares de la ONU, donde él les hacía sexo oral o era sodomizado.
Otro chico, V09, tenía 15 años cuando comenzaron sus encuentros con los cascos azules. Dijo que durante tres años tuvo sexo con más de 100 cascos azules ceilaneses, y a veces el promedio por día era de cuatro, según los investigadores.
De acuerdo con la ley haitiana, tener sexo con un menor de 18 años es considerado estupro. El código de conducta de la ONU prohíbe la explotación.
«Los actos sexuales descritos por nueve víctimas son simplemente demasiados para ser presentados exhaustivamente en este informe, en especial en virtud de que cada una afirma haber tenido múltiples acompañantes sexuales en diversos lugares donde los contingentes de Sri Lanka estuvieron instalados durante años en diversas partes de Haití», se dijo en el informe.
Los investigadores mostraron a las víctimas más de 1.000 fotografías que incluían retratos de efectivos de Sri Lanka y los lugares donde los menores tuvieron sexo con los soldados.
«La evidencia muestra que de finales de 2004 a mediados de octubre de 207, al menos 134 miembros de los contingentes ceilaneses, actuales y anteriores, explotaron y abusaron de al menos nueve menores haitianos», según el informe.
Después de la presentación del informe, 114 cascos azules de Sri Lanka fueron regresados a su país, y hasta ahí llegó la red sexual. Sin embargo, prosiguió la depredación sexual de haitianos.
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Janila Jean dijo que tenía 16 años y era virgen cuando un casco azul brasileño la atrajo hacia una instalación de la ONU hace tres años con el anzuelo de darle mantequilla de maní en un pan. El militar la violó a punta de pistola y la embarazó. Ahora, ella llora constantemente.
«A veces me imagino estrangulando a mi hija», dijo Jean en entrevista bajo la sombra de un árbol de plátano cerca de la exbase Jacmel.
Con ella se encontraban otras tres mujeres que también dijeron haber sido violadas por cascos azules. Una de ellas estaba sentada en cuclillas mientras retiraba la pulpa a un coco y la echaba a un caldero con agua y maíz, uno de los principales alimentos para las mujeres y sus pequeños.
El almirante Ademir Sobrinho, de las fuerzas armadas de Brasil, dijo en conferencia de prensa en Londres que entre sus efectivos jamás hubo casos de violación, abuso sexual o explotación sexual.
Al igual que muchas otras víctimas, Jean no denunció la violación. Unas 12 mujeres entrevistadas por la AP dijeron que tenían mucho miedo de denunciar los delitos por temor a que las responsabilizaran de lo ocurrido o peor, ver de nuevo las caras de sus victimarios.
La AP encontró que unas 150 denuncias de abuso y explotación sexual por parte de cascos azules y demás personal de la ONU fueron presentadas en Haití de 2004 a 2014, de un total de casi 2.000 a nivel mundial. Aparte de la red sexual de los efectivos de Sri Lanka, algunos perpetradores fueron encarcelados por otros casos.
Los militares implicados en las denuncias procedían de Bangladesh, Brasil, Jordania, Nigeria, Pakistán, Uruguay y Sri Lanka, según la información de la ONU y las entrevistas. Más países podrían estar implicados, pero Naciones Unidas apenas comenzó a revelar las nacionalidades de los presuntos perpetradores después de 2015.
La lista de abusos sexuales es larga.
En julio de 2011, cuatro cascos azules uruguayos y su comandante presuntamente violaron en forma tumultuaria a un adolescente haitiano. Los efectivos grabaron la agresión con sus celulares y las imágenes tuvieron amplia difusión por internet. Estos hombres nunca fueron enjuiciados en Haití. Cuatro de los cinco fueron condenados en Uruguay por «violencia privada», un cargo menor. Las autoridades uruguayas dijeron entonces que se había tratado de una broma que se salió de control y que nunca hubo violación.
El año siguiente, tres paquistaníes integrados en las unidades de la policía de la ONU en Haití fueron acusados de violar a un chico discapacitado mental de 13 años en la ciudad de Gonaives, en el norte.
Los investigadores de la ONU viajaron a Haití para hacer las pesquisas, pero los paquistaníes secuestraron al chico para impedir que diera detalles sobre los abusos, que continuaron durante más de un año, según uno de los investigadores del caso que solicitó el anonimato para hacer declaraciones a la AP por temor a represalias del organismo mundial.
Los hombres fueron enjuiciados por un tribunal militar paquistaní en Haití y al final fueron regresados a su país. En teoría, el tribunal podría haber permitido el acceso a testigos, pero se desconoce si se llamó a alguno. Las autoridades paquistaníes también se rehusaron a permitir a la ONU observar los procedimientos. Al final, un elemento fue enviado un año a prisión, según Ariane Quentier, la portavoz de la misión para Haití.
Las fuerzas militares de Pakistán han rechazado diversas solicitudes para hacer declaraciones sobre el caso.
La información revisada por la AP correspondiente a un periodo de 12 años está incompleta y varía en su nivel de detalle, en particular en los casos previos a 2010. Centenares de casos más fueron cerrados con poca o ninguna explicación. En su revisión, la AP analizó la información de los informes anuales así como la proveniente de la Oficina de Servicios de Supervisión Interna.
Después de la investigación sobre la red sexual infantil, un equipo ceilanés pasó dos semanas en Haití en octubre de 2007. El grupo entrevistó sólo a 25 soldados de más de 900 en el país y concluyó que sólo dos cabos y un soldado raso tuvieron sexo con dos víctimas «jóvenes».
Tres soldados negaron haber tenido encuentros sexuales pero se sospecha que mintieron, según el informe de la investigación de la ONU.
Durante seis meses, el ejército y el gobierno de Sri Lanka declinaron responder a las preguntas de la AP sobre el caso de 2007. En su lugar, los funcionarios eludieron primero las consultas repetidas, después hicieron declaraciones vagas de que el escándalo representaba un incidente aislado.
El mes pasado, el gobierno de Sri Lanka reconoció que sus fuerzas militares habían investigado a sólo 18 soldados implicados y que «el secretariado de la ONU reconoció por escrito que el gobierno había adoptado medidas e informó que el secretariado considera el asunto cerrado desde el 29 de septiembre de 2014».
Algunos de los cascos azules implicados en la red continuaban el año pasado en las fuerzas militares de Sri Lanka, dijeron funcionarios castrenses del país. Naciones Unidas, por su parte, mantuvo el envío de cascos azules ceilaneses a Haití y otras partes a pesar de haber corroborado los abusos sexuales infantiles.
El secretario de Defensa de Sri Lanka, Karunasena Hettiarachchi, en apoyo de sus efectivos, afirmó que «la gente está muy contenta y cómoda con los cascos azules».
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En la parte superior de una banca oxidada en una parada de autobús abandonada en la aldea de Leogane cuelga un letrero que dice: «Construido por el 16to Batallón de las Fuerzas de Paz de Sri Lanka». El objeto es una de las pocas cosas que recuerdan la misión del batallón, además de algunos niños cuyos padres fueron personal de la ONU.
Marie-Ange Haitis dijo que conoció a un comandante ceilanés en diciembre de 2006 y él pronto comenzó a hacerle visitas nocturnas en su casa en Leogane.
«Para enero ya habíamos tenido sexo», afirmó la mujer. «No fue violación pero tampoco una situación consensual exactamente. Sentí como si yo no tuviera otra opción», agregó.
Haitis dijo que cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, el traductor haitiano asignado a los ceilaneses le indicó que abortara. Después, funcionarios de la ONU la acusaron de mentir, comentó la mujer.
Mientras la mujer conversaba, su hija Samantha permanecía sentada sobre una de sus piernas. La niña tenía puestas unas gafas para sol que le quedaban grandes y les faltaba un lente.
Cuando la entrevistaron en agosto, Haitis dijo que tenía casi una década esperando a que la ONU considerara un reclamo de paternidad para la manutención de la niña.
Finalmente, a principios de este año, las autoridades de Sri Lanka y de Naciones Unidas dijeron a la AP que se hizo un pago único por 45.243 dólares para la hija de Haitis. Naciones Unidas dijo que Sri Lanka aceptó el reclamo de la paternidad sin ninguna prueba de ADN y el comandante fue dado de baja. Es muy raro que se hagan ese tipo de pagos.
Funcionarios de la ONU dijeron que no pudieron encontrar a ningún miembro de la misión en Haití que hubiera respondido por las víctimas en el caso de la red sexual infantil y dijeron desconocer la suerte de los menores. Una organización italiana no gubernamental, AVSI, señaló que ayudó a los menores buscándoles casa, además de que les brindó asesoría y los ayudó a reintegrarlos en escuelas, pero también les perdió la pista poco después del devastador sismo de 2010 que sacudió al país.
Atul Khare, jefe de apoyo de campo de la ONU que supervisa la conducta y disciplina de los efectivos de las fuerzas de paz, reconoció la magnitud del problema y señaló que organismo debe hacer más para ayudar a las víctimas, como reunir información precisa y darle seguimiento con los países que aportan los efectivos.
Una revisión que la AP hizo de los informes sobre la conducta de las misiones de campo de la ONU mostró irregularidades en la conservación de expedientes. En un documento de 2008, por ejemplo, 19 denuncias fueron presentadas en Haití, pero la ONU registró sólo dos incidentes a nivel mundial que implicaban a menores, lo que pareció contradecir el propio informe de la investigación del organismo mundial de finales de 2007, en el que detalló la red sexual infantil con al menos nueve víctimas menores de edad.
Algunos haitianos se preguntan si la ONU ha hecho más daño que bien a un país que ha resistido diversas tragedias desde que se convirtió en la primera república negra en 1804.
El personal de la ONU afirma que durante años ha contribuido a la estabilidad de la nación caribeña, salvado vidas después del terremoto de 2010 e impedido hechos de violencia durante periodos de agitación.
La misión, que tiene en la actualidad 5.000 personas y cuyo número se espera sea reducido en octubre, también ha adiestrado a contingentes policiales, proveído seguridad durante elecciones y apoyado al sistema judicial.
«No me atrevería a decir que hemos logrado todo lo que nos propusimos, pero estamos comprometidos en un proceso de mejora continua tal que cualquier perjuicio a las poblaciones podría ser minimizado, si no es que completamente erradicado», afirmó Khare.
Muchas personas en Haití no están convencidas del todo.
«Me gustaría ver a mi agresor cara a cara y decirle cómo destruyó mi vida», dijo Melida Joseph, de 21 años. La joven afirmó que fue violada por un casco azul y apenas logró escapar a una violación tumultuaria en Cite-Soleil, un barrio pobre a la orilla del mar. Al igual que otras víctimas, ella jamás denunció el delito.
«Ellos ven esto como una gran broma», dijo. «En lo que refiere a la ONU, vinieron para protegernos, pero sólo trajeron destrucción», apuntó.