Hasta hace poco, vivir en el barrio «Laguna de los Macos», en el norte del sector Los Guarícanos, municipio norteño de Santo Domingo, era una gran ventaja» para Maritza Abreu y decenas de familias pobres que allí residen.
La gran ventaja, según algunos residentes, consiste en la proximidad del barrio con el vertedero de Duquesa y la facilidad para llegar al Mercado Nuevo. Además, allí no tienen que pagar alquiler, porque tienen casa propia.
Pero cada vez que llueve, a Maritza se le amarga la existencia, porque, según dijo, la chorrera de una cañada inunda sus destartaladas casuchas y les moja hasta las camas.
El caserío donde vive Maritza está ubicado en el mismo trayecto de la cañada, que con frecuencia se desborda. La miseria los empujó a vivir ahí, admiten.
En este suburbio del municipio Santo Domingo Norte, según los vecinos, cuando llueve, el miedo no deja dormir a la gente. Estos hijos de la desigualdad dicen que cuando el cielo se nubla, sienten «un friito en el estómago».
«Cuando va a llover, sentimos temor, pero muchísimo temor, por los trastecitos que se nos van a dañar. El jueves, hasta se me fue una ponchera llenita de ropas», explica Maritza, una humilde mujer que hace tres años salió de un campo de la provincia Sánchez Ramírez, huyéndole a la miseria.
Como ella, su esposo y su hijo están desempleados. Comen de lo poco que consigue su marido como «buzo» en el vertedero Duquesa.
Su vecina, Carmelina Ortiz, con cinco hijos y a punto de parir otro, dice que desde que empieza a llover, tiene que recoger sus «cuequitos» por si hay que salir huyendo.
La joven mujer narró que debido a las lluvias del pasado jueves, la cañada inundó su casa y los vecinos tuvieron que sacarla cargada en «parihuelas» para que las aguas no se la llevaran junto a sus cinco muchachos. Dijo que eso ya ha pasado varias veces.
Todo comenzó hace tres años, cuando según los vecinos, el Banco Nacional de la Vivienda construyó el residencial «Brisas del Norte», próximo al lugar, y echó un relleno que obstruyó parte de la cañada que vierte sus aguas en el río Yaguaza.
Desde entonces, vivir en el barrio «La Laguna de los Macos» es una verdadera desgracia para estas humildes familias, cuyo destino depende de lo que quieran hacer las autoridades, pues según dijeron, en el BNV nunca le han hecho caso.
Algunos moradores se lamentaron que cuando llueve, tienen que correr a refugiarse en casas de los vecinos que viven en la parte más alta del barrio, pero que entonces no duermen pensando en los escasos trastes que dejaron en sus anegados ranchos.
Como Maritza y Carmelina, las casi doscientas familias que viven junto a «La Laguna de los Macos», no tienen otro lugar donde habitar y aunque comen «el día que hay», no les preocupa la pobreza, ya que por ahora; su mundo parece girar alrededor de la cañada y las frecuentes inundaciones.
Por eso solicitan a las autoridades que intercedan y acondicionen la cañada para que el agua fluya, como antes de que el BNV construyera el moderno residencial que aumentó su desgracia.
Ramón José Martínez, presidente de la junta de vecinos del Barrio Norte, dice que el gobierno de Hipólito Mejía les prometió resolver el problema de la cañada, pero que nunca hizo nada y ahora esperan que el presidente electo, Leonel Fernández, «tome en cuenta que también somos gente».
Todas sus esperanzas están cifradas en que el nuevo gobierno resuelva el problema de la cañada.