El musical rock “Casi normales” –“Next to normal”– con libreto de Brian Yorkey y música de Tom Kitt, fue presentado en el “Studio Theater” de Acrópolis Center, en una producción de Camilo Then, bajo la dirección de Joyce Roy.
El musical sorprende por su trama, pues este género se asocia más a la comedia, y aunque “Casi normales”, es una comedia negra, es un ejemplo de teatro musical: es teatro porque cuenta el drama que vive una familia, y es musical porque las emociones son expresadas a través de la música, con canciones alegóricas que enfatizan cada momento.
Todo teatro musical es demandante; sus intérpretes, además de actuar, deben poseer voz y saber cantar, y los participantes en este musical logran su cometido.
“Casi normales” narra la historia de una madre que sufre trastorno bipolar, y de cómo la enfermedad gravita sobre la familia. La lucha por alcanzar la “normalidad” es la impronta de este singular musical que finalmente lleva al espectador a reflexionar. El hermoso tema “Otro día más” es símbolo de esa lucha y se convierte en “leitmotiv”.
Todo drama tiene un origen. El triste episodio de la muerte del niño de apenas meses de nacido desarrolla en la madre la bipolaridad con crisis psicóticas, y el hijo ausente se convierte en una presencia fantasmal continua, lo que complica las relaciones con su marido y su hija adolescente.
No intentamos contar la historia, no tendría sentido, solo señalar el eje de la trama; los personajes –aunque conocemos sus nombres– al no aparecer en el programa los llamaremos por su condición.
El personaje central, la madre, es complejo, ha intentado suicidarse y lucha por entenderse, confunde la realidad con la ficción. El esposo es un personaje dual, optimista y solidario, que trata de proteger a la familia, pero al mismo tiempo evade el problema, no quiere reconocerlo; la negación de la realidad se convierte en un absurdo y “La canción del olvido” es el lamento de la familia, que debe enfrentar la realidad.
La madre tiene una intérprete excepcional, Laura Leclerc. Su actuación, orgánica, convincente, le permite matizar los diferentes estados emocionales, y su canto es hermoso. Logra conmovernos. Alejandro Espino es el esposo. Su accionar espléndido transmite la gran humanidad del personaje. Su voz es adecuada a los requerimientos de la partitura.
Annabelle Aquino, quien interpreta a la hija, conquista por su desenvoltura y su histrionismo, decantado en el enojo que embarga al personaje al sentirse abandonada, un tanto ignorada por la madre, presa de su condición.
La hija se refugia en la música clásica para calmar su ira, pero siente la comprensión del padre, y del amor que nace. Annabelle posee buena voz, pero por momentos se escucha estridente debido a la amplificación. Jean Luis Burgos es el novio. Su actuación es buena, proyecta el tímido personaje a cabalidad, e imprime la fuerza suficiente para expresar apoyo a su novia, con hermosos momentos líricos.
El personaje ausente, el hijo, presente solo en los delirios de la madre, que con el tiempo ha ido creciendo, es interpretado por el joven Juan M. González. Su actuación es buena, sustancial, consigue un momento entrañable al cantar “Soy real”.
Las visitas de la madre al psiquiatra se convierten en escenas escalofriantes, como aquella cuando le aplican la terapia electroconvulsiva –electroshock–. Vladimir Rodríguez, quien representa al psiquiatra, con marcado histrionismo consigue ese efecto aterrador.
Son muchas las escenas impactantes, entre ellas la del cumpleaños del hijo y la escena final, cuando la madre y la hija se unen en un emotivo canto; el amor, la comprensión, la solidaridad es la gran divisa.
El espacio escenográfico, perfectamente utilizado, con pocos elementos conformando en variados niveles las diferentes escenas, permite la fluidez de la secuencia narrativa, una buena realización de TrackE by Ángela Bernal.
La iluminación apropiada a cada momento, atenuada en los momentos íntimos, es un excelente diseño de Joyce Roy y Solanyi Gómez. Una proyección de fondo, con hermosas vistas, es una alegoría del paso del tiempo, un detalle que adiciona a la propuesta.
Un elemento vital en todo musical es, sin duda, la música, que debe llegar en su verdadera esencia. La orquesta conformada por seis músicos: Porfirio Mateo –piano–, Elvin Rodríguez –guitarra–, Daroll Méndez –bajo–, Georgia Liriano –violín–, Fairuz Issa –cello– y Samuel Brea –batería– logra su cometido en perfecta armonía.
La fluidez escénica que le imprime al musical el director Joyce Roy, permite el diálogo perfecto entre los parlamentos y las partes cantadas. El largo intermedio es un puente quebradizo que debe ser reparado, disminuyendo el tiempo de espera.