Por condescendencia de un amigo, recibí un artículo escrito por un periodista puertorriqueño de nombre Rubén Presbot, con el insinuante título: Del cólera al estado binacional. En el mismo, como es lógico, cree inevitable que cualquier suceso o catástrofe que afecte al vecino país, nos impacta directamente, que no obstante ser un país tercermundista en desarrollo, tenemos una infraestructura socio-económica más avanzada, por tanto, más oportunidades de conseguir un salario remunerador, aun sea de miseria, pero les permite sobrevivir en condiciones precarias, porque de permanecer en su país, se morirían de hambre o por enfermedades.
Culpa en el escrito de marras a los haitianos por la responsabilidad del fracaso de su vida republicana, por haber creado una nación sustentada en razones raciales, religiosas y de odio a todo lo que fuera blanco. Por eso, pasó de ser la colonia francesa de ultramar más próspera, a convertirse en el país más pobre de América y en donde todavía se cuestiona si podrá sobrevivir como República independiente.
Una grave advertencia nos hace cuando presagia: Contando ya con 1,500,000 haitianos en su territorio y un flujo que crece como la espuma y sin control, los dominicanos pueden, si quisieran con un simple ejercicio aritmético, saber en qué momento serán minoría en su propio territorio. Pues los vecinos, empujados por la miseria, continuarán en impenitente desplazamiento hacia el Este, con un equipaje de carencias existenciales, que incluye su enorme capacidad de multiplicación, además enfermedades y epidemias. Y acota más adelante: Los dominicanos, que no se alarmen por una simple epidemia de cólera, que lo peor está por venir. Lo próximo será el Estado binacional ya que más tarde serán minoría en su propio territorio.
Ya en varias entregas nosotros habíamos afirmado, que en menos de treinta años deberíamos ir pensando en un nombre diferente para la fusión de los dos países; lo que nunca colegimos es el hecho de dada la promiscuidad e irresponsabilidad de los vecinos en reproducirse, seríamos minoría dentro de nuestro propio territorio. Debemos ponerle coto a la penetración en nuestro territorio de familias enteras, en donde -y lo hemos observado en nuestras calles- menores haitianas deambulan con sus críos a cuestas en estado de vagancia e indigencia, sin que nuestras autoridades le pongan freno por temor a que dirá American Watch, los Derechos Humanos y otras instituciones que critican, pero no ayudan a solventar los problemas de los inmigrantes ilegales.
Es sintomático que el presidente haitiano Martelly haya solicitado a nuestra Cancillería la eliminación del visado entre ambos países, lo cual reafirma la propuesta del historiador y profesor universitario Reinseinthe Paúl Joseph, cuando enfatizó tajantemente en víspera de las elecciones: que los dominicanos tienen que acostumbrarse a vivir en convivencia con los haitianos, porque quieran o no, lo que está al doblar de la esquina es la fusión de la isla.
Los patricios que fundaron la sociedad secreta de La Trinitaria, encabezados por Juan Pablo Duarte, deben estar revolcándose en sus tumbas al notar cómo un cuerpo militar especializado denominado CESFRONT, está tan corrompido que sus miembros permiten por unos míseros pesos el cruce impunemente de la frontera de una oleada de haitianos, muchos portadores del cólera y otras enfermedades contagiosas.
Sobre el cólera, volvemos a insistir que nuestra Cancillería, al haberse comprobado irrefutablemente la procedencia de esta pandemia traída desde Nepal por tropas del Minustah al servicio de la ONU; esta organización debe compensar los daños causados -aun involuntariamente- en su intervención humanitaria, que colateralmente ha perjudicado al turismo en nuestro país. ¡Anímese Canciller!