Con el monólogo de Casio del autor cubano Edgar Estaco, Víctor Pinales vuelve a la escena teatral la que había abandonado en los últimos años, para dedicarse a la televisión.
El reto que significa enfrentarse a un monólogo, especialmente cuando este es de contenido como el escogido, entraña un compromiso serio de Pinales con el teatro, por lo que celebramos su vuelta a las tablas.
En la ingeniosa fábula de Estaco, el personaje Cayo Casio – nombres comunes en la historia romana- no corresponde a una verdad histórica, tampoco es necesario, la verosimilitud no es precisamente el arma fundamental del monólogo; aquí el personaje, un militar romano de una y mil contiendas, se convierte en símbolo de aquellos que han tenido que ocultar en todas las épocas, su verdadera naturaleza. Al final de su jornada, Casio, en un grito desesperado se descubre ante el Senado.
Es triste pensar que hayamos construido una gran nación, y no seamos capaces de disfrutar del maravilloso espectáculo que es la diversidad humana, luego solicita su retiro. El director del monólogo Raúl Martín hace la siguiente acotación El infierno es el otro, dijo Jean-Paul Sartre. El problema no es pensar de un modo u otro, actuar de forma diferente, el problema es la sociedad que nos juzga. Ante esta realidad siempre surgirá el gran dilema existencial ser o no ser, precisamente Casio, decide ser, y quitarse la careta. La puesta en escena creativa, recurre a elementos parateatrales que la enriquecen, la música, la escueta escenografía y especialmente los vídeos, los mejores momentos.
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El final
La despedida resulta contundente, atractivo según se mire, en un acto alegórico Cayo Casio se despoja de sus vestiduras no le queda nada, sólo su verdadero ser. Paradójicamente hoy, la homosexualidad tanto en TV como en teatro es un artículo que vende. Víctor Pinales, a riesgo de caer en estereotipias, asume el papel dignamente y produce una buena actuación. El director logra la totalidad, el juego teatral resulta atractivo.