Es indudable que el dictador Rafael Leónidas Trujillo modernizó el Estado y dinamizó su economía, pero a expensas de un esquema de explotación de la población y la potestad personal de las empresas públicas.

Esta reflexión es del historiador Roberto Cassá ante la pregunta de las bondades de Trujillo en materia económica.

Destacó que cuando Trujillo asumió el poder en 1930 el país era extremadamente pobre con un ingreso per cápita de 300 dólares. Al final de la dictadura en 1961 había aumentado a cerca 1,000.

Indicó que Trujillo ejecutó un amplio plan de obras públicas, pero a base de bajos salarios, explotación del campo por las empresas modernas que eran de su propiedad o del Estado que era lo mismo. No había nada de bienestar ni clase media.

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Para Cassá es preocupante que haya personas anhelando volver a un modelo dictatorial como el de Trujillo, sin tener idea ese fenómeno “oprobioso de nuestra historia, de pérdida completa de nuestras libertades, una persona que hizo mucho daño al país”.

Entiende que es un tema contradictorio porque durante la tiranía hubo un avance de las fuerzas productivas porque Trujillo era un promotor del capitalismo e hizo un papel propio del desarrollo histórico,

“Hay que analizar el fenómeno no desde un ángulo de la diatriba y tampoco de las alabanzas, sino desde el análisis histórico adecuado”, expresó.

Ahora, agregó Cassá, “es un problema que personas con poca información histórica considere que bajo Trujillo se vivía mejor, eso es un error tremendo; bajo Trujillo había una pobreza extrema en el país para no hablar del Estado de opresión generalizado, no es la fase idílica que algunos quieren promover”.

Subraya que la caída de Trujillo y el paso a una democracia, con todos lo defectos que pudiera tener, fue un paso de progreso para el país.