Cassandre y Houria, dos espíritus libres arrebatados por el horror en Argentina

Cassandre y Houria, dos espíritus libres arrebatados por el horror en Argentina

SALTA, Argentina. AFP. Cassandre Bouvier y Houria Moumni, cuyos presuntos asesinos comenzaron a ser juzgados el martes en la provincia de Salta, eran dos mujeres de espíritus libres, apasionadas por América Latina, que buscaban sumergirse en la cultura del noroeste de Argentina.

La intrépida Cassandre, de 29 años, ya había surcado América Latina, había estado en El Salvador, Honduras, Argentina, República Dominicana y Guatemala, país por el que tenía un apego especial, así como por Kenia y Madagascar.

«Iba a países peligrosos pero era prudente. Tenía conciencia de la vulnerabilidad de las mujeres», asegura su padre, Jean-Michel Bouvier.

Durante su adolescencia, había hecho yudo y a los 17 años había logrado derrotar a un agresor que había intentado violarla en el área metropolitana de París.

Llegó a Buenos Aires a finales de junio de 2011 para participar de un coloquio de sociología sobre orientalismo en América Latina, es decir sobre la influencia árabe-musulmana en esta región, del que fue coorganizadora.

Cassandre Bouvier, quien hubiera cumplido este miércoles 32 años, había terminado sus estudios y tenía planeado trabajar en un instituto de investigación a su regreso a París, donde mantenía una relación sentimental con un estudiante español, Jaime.   De Guatemala había traído escarpines hechos en tela de colores.

– El orgullo de los Moumni. Fueron asesinadas porque eran mujeres en un continente con altas cifras de asesinatos de género, desde Ciudad Juárez (en México) a Salta, pasando por Guatemala: países que le pusieron nombre a esa violencia: el femicidio.

El padre de Cassandre se puso incluso como objetivo lograr que el concepto de «femicidio» figure también en el código penal francés.   A Cassandre le gustaba la fiesta, el teatro -había sido actriz amateur- y descubrir nuevos horizontes.

Houria Moumni, de 24 años, era más discreta e introvertida que Cassandre, con quien selló una amistad durante el congreso de sociología en Buenos Aires. Para Houria significaba descubrir este continente del que tanto había leído.

Estudiante como Cassandre en el Instituto de Altos Estudios sobre América Latina, deseaba descubrir la Argentina profunda antes de pasar un año en la universidad de Mar del Plata, puerto y principal balneario atlántico argentino.

La joven vivía aún con sus padres en Seine-Saint-Denis, en la periferia parisina, pero había partido en 2010 para pasar un año en España, en la Universidad de Salamanca.   Pese a la distancia y a la diferencia horaria entre Francia y Argentina, llamaba a diario al teléfono móvil de su madre para tranquilizarla. El último llamado fue el día del crimen, el 15 de julio de 2011.

Licenciada en Español, Houria se disponía a iniciar un Master sobre la inmigración sirio-libanesa en América Latina.

Houria era la felicidad de sus padres, inmigrantes marroquíes llegados a Francia en los años 1970, que estaban preocupados por el éxito educativo de sus seis hijos y se deleitaban con los diplomas obtenidos por su hija.

Cuando su madre, Sohra Moumni, con su hiyab negro se sentó el martes frente a los jueces para dar su testimonio en el juicio, se percibía en su mirada un profundo desamparo.

«Mi hija, trabajaba bien en la escuela y en casa. ¿Por qué debo venir hasta aquí? Me arrebataron a mi hija», dijo con dignidad.

Houria Moumni, enterrada en el cementerio del pueblo de sus padres en Marruecos, había sabido evitar los escollos de la vida en la periferia parisina y llevaba consigo fuertes esperanzas: las suyas y las de sus padres.

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