Castigo moral

Castigo moral

PEDRO GIL ITURBIDES
El viernes comenzó la cuenta regresiva para Paul Wolfowitz, el presidente del Banco Mundial. Ninguna condena judicial pesa en su contra. La asamblea de gobernadores que lo elige no tomó decisión para desplazarlo. Pero la información de que prevalido de su relevancia logró que una amiga obtuviese un sueldo de lujo en el Departamento de Estado, suscitó el escarceo que impulsó su decisión. Al final de junio abandonará el cargo para el cual fuera elegido en el importante organismo financiero multilateral.

Nadie lo empujó a presentar la dimisión. Pero no sale conforme. Por ello ha buscado culpable. En una entrevista radial con la BBC de Londres, dijo que su postura obedece más a las presiones de los medios de comunicación social que a la situación interna del organismo que encabeza. En éste, aseguró, todo marcha en forma normal, y el escándalo no alteró proyectos en desarrollo, ni trabajo burocrático. Su postura, señaló, «dice más sobre los medios de prensa que sobre el Banco, y lo dejaré así». Esta expresión final revela su inconformidad.

Toda su declaración, como es fácil advertir, habla de la censura moral. Esta forma de castigo ha estado presente en las sociedades en forma intermitente. Entre los dominicanos, por supuesto, muy pocas veces, pero un aspecto de ese castigo lo era la «bola negra» expedida en los clubes sociales de pueblos y ciudades del país. No era exactamente una bola, ni era negra. Era un simple pedazo de papel que escrito en secreto por los miembros de una entidad a la que se ingresaba por cooptación, determinaba la suerte del candidato propuesto.

Partía de la unanimidad. Cuando un papelito contenía como texto el vocablo no, quedaban cerradas las puertas al pretenso socio. Nadie averiguaba razones. Tampoco se procuraba indagar quién, en el estrecho círculo, votó por la negativa. Pero esa expresión, en muchos casos, manifestaba ocultos reclamos por el pundonor quebrado, la fidelidad debida, la probidad deslucida. Una que otra vez esa censura moral trascendía las paredes de los clubes y alcanzaba las calles, en donde, aún el más humilde ciudadano, cruzaba la calle para obviar el saludo a la persona signada por la sociedad.

Wolfowitz recibió esa bola negra, aún no dándose votación de la asamblea de gobernadores del Banco Mundial. La sociedad nacional en la que vive, frágil en muchos otros aspectos, guarda, empero, recato ante el descaro. Para todos un Wolfowitz que aprovecha su prestancia para lograr que una querida y estimada amiga alcance una remuneración por encima de lo apropiado, es causa de censura moral.

Los dominicanos no damos esa bola negra. A nadie le importa lo impropio o inmoral, puesto que sustituimos los sentimientos que animaban tal tenue conducta de nuestros antepasados, por el oportunismo y el aprovechamiento. De ahí el descaro de cuantos se aprovechan del procomún para lucrarse, sin que tribunal alguno ose marcarlos. Ni surja esta forma de castigo moral que doblegue al más descarado de nuestros eximios patriotas.

Y Wolfowitz, por supuesto, no será lección por aprender, como tampoco lo es Toshikatsu Matsuoka, el suicida Ministro de Agricultura de Japón. Cuestionado, únicamente cuestionado que no acusado por la dieta, es decir, el parlamento, optó por el suicido. El Primer Ministro, Shinzo Abe, destacó después de anunciarse la muerte, que Matsuoka estaba «bajo un intenso escrutinio». Mas señaló que no existía acusación alguna en su contra. Pero el Ministro no admitió las indagatorias sobre unas irregularidades contables en el departamento que conducía. El cuestionamiento bastó como censura moral, para que él se infligiese el castigo que juzgó más apropiado, conforme una larga tradición de honor del Japón.

Aquí celebramos y rendimos culto y reverencia a ladrones y predadores, en la seguridad de que, en naciones como la nuestra, la bola negra es un tormento indeseable. Porque todos, absolutamente todos, deseamos lucrarnos del sudor del pueblo, por lo cual no puede existir, bajo ningún concepto, ninguna forma de castigo legal. Y menos aún, moral.

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