El coronel Carlos Castillo Armas, con el apoyo del presidente de los Estados Unidos, D. Eisenhower y del dictador Rafael L. Trujillo, encabezó una revuelta que derribó el gobierno constitucional izquiedista de Jacobo Arbens, en Guatemala. El gobernante fue asesinado el 26 de julio de 1954, en una trama en la que se involucró directamente al dictador dominicano.
A mediados del mes de junio de 1954 Castillo Armas cruzó la frontera entre Honduras y Guatemala, acompañado de una escuadra de aproximadamente 150 hombres. Durante las semanas siguientes del mismo mes una flotilla de aviones sobrevoló la ciudad, provocando numerosas muertes y centenares de heridos. A principios de julio próximo, el líder de la revuelta armada entró a la capital en el avión privado del embajador norteamericano, Mr. Peurifoy, lo que revelaba la participación tácita de su gobierno en el conflicto.
Trujillo, que se autoproclamaba amigo de Castillo Armas, porque ambos se identificaban como los “mayores anticomunistas de América», comenzó a indignarse con el nuevo gobernante, que ya había adquirido categoría en sus relaciones con los norteamericanos. El poeta y escritor Tony Raful, en su libro “Trujillo en el banquillo”, que acaba de entrar en circulación, revela que una vez Castillo Armas ascendió al poder, el jefe le pidió reconocomientos por su contribución a la lucha de la “libertad” contra el comunismo y la condecoración con la Orden del Quetzal, la mayor distinción que otorga el gobierno de la nación sudamericana. Además, Trujillo pidió que se le ofreciera un recibimiento masivo por las calles de la ciudad de Guatemala, con un carro descapotado, como lo hizo en España su amigo Francisco Franco. Pero la máxima aspiración del dictador era que le devolvieran a Dominicana al destacado opositor al régimen, el general Miguel Ángel Ramírez Alcántara, que se mantuvo exiliado entre Costa Rica y Guatemala. Tiempos atrás Trujillo había asesinado a palos, en la curva “el número», de Azua, a un hermano de este dirigente opositor.
Castillo Armas era de estatura regular, pelo lacio, delgado y fino bigote. Inspiraba cierto grado de respeto entre sus congéneres. Siempre se identificó como un férreo opositor al sistema comunista. Cuando estuvo encarcelado escapó de la prisión y junto a otros compañeros organizó desde Honduras la lucha que concluyó con su victoria y la designación como presidente de la República.
Desde que el nuevo gobernante asumió, el coronel Johnny Abbes García, que prestaba servicios consulares en la embajada dominicana en México, fijó domicilio en Guatemala, y desde allí informaba a Trujillo de las decisiones políticas que adoptaba el presidente. En un cablegrama con el timbre “discreto”, le hizo saber al generalísimo que “Castillo Armas tenía cierto apoyo popular por su historial de lucha contra el comunismo, pero que no era el líder del sector militar, aunque el ejército se mantiene tranquilo”. El informe agregaba que la tranquilidad existente no representaba otra cosa que un descanso, tras la revuelta, pero que no era un signo de una estabilidad gubernamental. “Castillo Armas, expresaba, no era el hombre indicado”.
Johnny viajó a Santo Domingo a principios de junio de 1957, dos meses antes del magnicidio, dejando en marcha el diabólico y bien elaborado plan contra Castillo Armas, que incluyó la advertencia de un supuesto atentado comunista para asesinarle, a lo que el gobernante respondió que el caso había sido investigado y le escribió una nota personal al jefe que decía: “no hay que darle importancia a este asunto, que ya se ha investigado, y no hay nada de cierto”. Para completar la comedia, Trujillo ordenó a Johnny preparar avisos radiales y televisivos por La Voz Dominicana, sobre el supuesto plan de asesinar al mandatario. Por la radio se le advertía a Castillo Armas: “aló Guatemala… Cuide su persona, coronel Castillo Armas”.
La noche del 26 de julio de 1957 el presidente guatemalteco cayó asesinado cuando salía de sus oficinas en el Palacio presidencial, acompañado de su esposa. Cuando la tragedia ocurrió, las autoridades ordenaron el apresamiento del jefe de los Ayudanes Miliares del presidente, coronel Trinidad Olivo, que había establecido relaciones con Abbes García. El mandatario asesinado fue sustituido por el general Miguel Ydígoras Fuentes, del partido Nueva Redención.
Días después el magnicidio Truillo hizo publicar un decreto mediante el cual el gobierno dominicano designaba una delegación para asistir a los funerales e Castillo Armas, grupo del cual Johnny formaba parte. El viaje lo hicieron en un avión de la Compañía Dominicana de Aviación que transportaba también un contingente de soldados de la guardia presidencial del generalísimo, para “rendir tributo póstumo al gran luchador anticomunista”. Pero en realidad los militares viajaban para proteger a Abbes García que meses después, y en reconocimiento a los valiosos servicios realizados en Guatemala, pasó a dirigir el temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM).