Hay daños que nunca se logran resarcir. El dolor que provoca una violación es uno de ellos. Pocas cosas rompen tanto el alma como el abuso pero es todavía mucho peor cuando el violador es alguien que te debería amar y cuidar.
Imaginar lo que siente una niña violada por su padre y su abuelo, por ejemplo, es desolador. Eso sucedió en Jarabacoa: una adolescente de quince años, embarazada hoy de 32.5 semanas, fue violada reiteradamente por su padre desde antes de los 13 años, a lo que se suma que su abuelo la tocaba desde los 10. ¿Cómo sanará esa pobre niña que será madre, además, cuando debería soñar?
Puede leer: De trabajar y brillar en un fitureo intenso
Más desgarrador, bestial y doloroso es el caso de la niña de dos años que murió en Barahona después de ser violada vaginal y analmente por su padrastro. ¡Cuán terribles debieron ser sus últimas horas! Leer la noticia destroza: el hombre violó a la pequeña cuando la madre y el tío salieron de la casa y ellos, al llegar, vieron que defecaba más de la cuenta pero pensaron ¡que una bruja se la estaba chupando!, solo le pusieron mentol y la acostaron. Al otro día, al llevarla al hospital muerta, se dieron cuenta de que estaba desgarrada.
Ambos casos nos llevan a preguntar qué hacer para evitar que tanta bestia destroce a las niñas. ¿Castrarlos? Sería lo justo.