Castro, Castro, Castro

Castro, Castro, Castro

No sabría decir si Fidel, un personaje excepcional que osciló entre valentías, tenacidades, persistencias y terquedades de diverso tipo -unas positivas, otras inconvenientes para su país- era el líder que necesitaba Cuba para desembarazarse de tanta corrupción podrida. ¿Era necesario que en los primeros cuatro años de la revolución, en la zona de Cambray, perdieran la vida unos quince mil hombres, fuesen o no enemigos?
Para limpiar en cierta medida el régimen de Fulgencio Batista y su pandilla delincuencial, ¿necesitaba Fidel el “paredón” a la ligera y la tortura basada en denuncias de supuestos contrarrevolucionarios, que no eran más limpios y honrados que los de Batista y otros dictadores?
Si en la Cuba revolucionaria existió un cuerpo terrorífico para aniquilar enemigos que trabajaba con los llamados comités G2, aquí tuvimos durante el régimen trujillista el temible Servicio de Inteligencia Militar, SIM. Sabemos, pues, de qué se trata: maquinarias de horror, instrumentos de sadismo.
No cabe duda de que Fidel Castro fue un dictador, pero supo hacer muchas cosas bien, aunque haya quienes se empeñen en hablar de altos niveles culturales de la Cuba anterior al comunismo y desdeñar los logros actuales, fijando la vista en las miserias que empezó a sufrir el país desde que la U.R.S.S. descontinuó su poderosa intervención económica.
“Un pueblo sin cultura es ciego ante su destino”, dijo en una ocasión Castro. Y se empeñó en promoverla a niveles impresionantes: alfabetización, ciencias, especialmente medicina, arte, educación, deportes, producción industrial… Además fue pionero en abrirle las puertas a la industria hotelera.
Ahora, de que era terco, no hay duda. Para él, sus errores -en agricultura o lo que fuese- no eran errores, sino estrategias que no funcionaron bien por culpa de otros.
Independientemente de si Fidel pensó o no que el presidente Kennedy se achicaría ante el poder soviético durante la llamada “crisis de los misiles”, este no se amilanó en lo absoluto y sabemos que los misiles fueron retirados. Pero Fidel también vio cómo ese mismo Kennedy organizó una invasión que terminó en un desastre para los norteamericanos en Bahía de Cochinos.
Durante aquella crisis la revista “Life” publicó un extenso estudio sobre lo que llamó“ La neurosis Kennedy” ¿No pudiera haber dicho, igualmente, “La neurosis Castro”? Lo digo porque según Freud “La neurosis no niega la realidad, simplemente no quiere saber nada de ella.
Fidel se ha ido. Su personalidad y toma de decisiones tuvo sus luces… y sus sombras, que el pueblo cubano al que quiso liberar tuvo que padecer, como la vez en que quemó campos de caña de azúcar para realizar nuevos proyectos, que no resultaron. Una “iniciativa” que la gente pagó con hambre.
No es tiempo de endiosar ni de denostar, sino de valorar, aquilatar, aprender. Tiempo de reconocer la fuerte personalidad de un hombre que nos enseña a vernos en el espejo con sus actitudes y poses, terquedades, muestras de fuerza, capacidad de sacrificio, valor…y también incongruencias.
Aunque en su caso fueran pocas.

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