Castro exhibe plena forma, pero evoca su muerte y legado político

Castro exhibe plena forma, pero evoca su muerte y legado político

Por Isabel Sánchez
LA HABANA, Nov 18 (AFP) – Mostrando su pulso firme para burlarse de un informe de la CIA que le atribuyó el mal de Parkinson, el presidente de Cuba, Fidel Castro, dijo estar a los 79 años en óptimo estado de salud, durante un discurso de casi seis horas que sin embargo tuvo tintes de testamento político.

   «Me siento mejor que nunca», dijo el líder de la revolución cubana en tono enérgico en un acto celebrado la noche del jueves en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, como homenaje al 60 aniversario del inicio de sus estudios universitarios.

   Castro, quien antes de ingresar al recinto hizo un despliegue de rebosante salud caminando entre cientos de jóvenes que lo aclamaban en la calle, dedicó, en forma poco usual, una parte del discurso a hacer referencias de su suerte personal.

   De pie todo el tiempo y sin mostrar signos de fatiga, el mandatario cubano se refirió en tono jocoso a un informe publicado el miércoles en el diario The Miami Herald, según el cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA) advirtió a los políticos norteamericanos de que en 1998 se le diagnosticó a Castro el mal de Parkinson.

   «¿A ver cómo está el Parkinson?», se burló Castro, haciendo la señal de que disparaba una pistola y extendiendo su mano derecha ante un auditorio que celebró la firmeza de su pulso con un sonoro aplauso.

   Castro dijo estar recuperado de las lesiones en la rodilla izquierda y el brazo derecho, fracturados en la caída que sufrió el 20 de octubre de 2004 en un acto público en la central ciudad de Santa Clara.

   «Lo último que sacaron es que tenía Parkinson. Todos los días me matan, un día dije que el día que me muriera de verdad nadie lo iba a creer. Aquellos que me han matado tantas veces se llevan desilusión tras desilusión. Podría andar como el Cid Campeador, ganando batallas después de muerto», dijo.

   No obstante, el presidente cubano tocó la posibilidad de su muerte y, aún más allá, del futuro de la revolución cubana al referirse al inevitable relevo generacional y recordar que todo está ya listo para echar a andar el engranaje de la sucesión.

   «Nosotros tenemos medidas tomadas y medidas previstas para que no haya ninguna sorpresa. Y nuestro pueblo debe saber qué hacer en cada caso. Fíjense bien: Hay que saber qué hacer en cada caso. No le vamos a contar a ‘Bushecito’ qué medidas tenemos», advirtió.

   Estados Unidos ya tiene preparado un conjunto de medidas para la transición en Cuba ante una eventual caída de la revolución, pero el propio Castro ya designó a su sucesor, su hermano Raúl, de 74 años.

   Durante su discurso, sin embargo, fue más allá de la sucesión de una figura y tocó la arteria misma de la revolución socialista que se sostiene desde hace casi 47 años.

   «Este país puede autodestruirse por sí mismo, esta revolución puede autodestruirse, los que no pueden destruirla son ellos (Estados Unidos), pero nosotros sí», advirtió Castro.

   Desplegando un amplio listado de autocríticas y errores cometidos por su revolución, Castro anunció a los cubanos lo que está por venir: un fuerte ajuste económico y una guerra sin tregua contra la corrupción y las ilegalidades que carcomen a la sociedad y el sistema comunista de la isla.

   Con dureza, arremetió contra los «parásitos que no producen nada», «los ladrones» y a los que ha llamado los «nuevos ricos», surgidos durante la crisis de los años 90 y que viven del mercado negro y la corrupción.

   «La batalla contra esas desviaciones es de vida o muerte. Los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben», alertó el mandatario al convocar a los cubanos a salvarla.

   Tras un fuerte jalón de orejas, les anunció que vendrán una serie de medidas de ahorro y austeridad, y una batida sin contemplaciones contra los corruptos y los «nuevos ricos».

   «Ustedes son los responsables de cómo se puede preservar el socialismo», dijo Castro a los jóvenes, los soldados que ha convocado para librar esta batalla «ética» contra «el vicio», batalla que sus enemigos sueñan que será la última.

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