Catedral de Notre-Dame de París, lugar de fe, de oración, de vida…

Catedral de Notre-Dame de París, lugar de fe, de oración, de vida…

No pretendemos solo describir un lugar histórico-turístico, sino más bien hacer que el lector penetre en la comprensión teológica, humana, de uno de los sitios privilegiados de París.

A través de los siglos, arquitectos, vidrieros, escultores, han querido transmitirnos lo que ellos vivieron del Misterio de la Fe. Ojalá que ustedes, amables lectores, creyentes o no, perciban a través de esta lectura sobre la catedral de Nuestra Señora (Notre-Dame) que este es un lugar sublime, de reflexión  y  respeto.

Con su actitud impregnada de sumisión y recogimiento y tal vez de oración  ustedes serán a su vez como piedra viva de este edificio de más de ocho siglos.

Se puede decir que la Isla de la Ciudad ((Ile de la Cite), rodeada por las aguas del río Sena, donde se encuentra la catedral de Nuestra Señora (Notre-Dame), es la célula madre de la que nació la ciudad de París, que fue desarrollándose en círculos concéntricos, alrededor de ese punto fijo.

Hace cerca de dos mil años se veneraba aquí a dioses galos y romanos; también aquí, en tiempos del emperador Tiberio, contemporáneo de Jesucristo,   barqueros parisienses consagraron a Júpiter un altar, que se conserva en el Museo de Cluny.

Pero aunque fueron paganos los antepasados remotos de la catedral fueron cristianas las tres iglesias situadas en el emplazamiento donde se encuentra ahora  Notre-Dame.

La antigua catedral, dedicada a S. Esteban (Saint Etienne), amplio el edificio construido en los siglos V o VI, que ocuparía parte de la nave actual; la iglesia Santa María del siglo VII y reedificada después del paso de los feroces normandos en el IX, que cubría parte del coro y de la nave actual; y la otra iglesia circular antiquísima, Saint-Jean-le-Rond, situada a la izquierda de la fachada que hoy contemplamos.

Pero la catedral en la que nos adentramos ahora no nos recuerda nada de los siglos VI o IX; lo que vemos en la actualidad  data de hacia 1210.

Novedades. Maurice de Sully deseaba que París se beneficiara de los últimos adelantos arquitectónicos, que permitían una mayor entrada de luz en los edificios.  La arquitectura ojival, que después se llamó peyorativamente “gótica”, colocaba principalmente los empujes en pilares y contrafuertes; al no necesitar los muros ser tan macizos, se podían abrir en ellos ventanas anchas y altas y eso convenía a la nueva catedral dedicada a María, Madre de Jesús, y cuya función debía ser la de reunir a los discípulos de aquel que se llamo a  sí mismo, “luz del mundo”.

A pesar de ello, la primera impresión del que visita Notre-Dame es la de oscuridad; quizás por el estado de las piedras y el cielo de París; pero sobre todo por su antigüedad.  Sin embargo, si la visita se realiza en   la mañana temprano cuando todas las sillas han sido retiradas, entonces olvidándose de la relativa oscuridad, se siente uno transportado por  la dinámica de la arquitectura que le conduce hacia el centro donde se celebra la liturgia, y al mismo tiempo le eleva, dándole el sentido de la grandeza y la gratitud a Dios.

Algunos detalles del centro. Si avanzamos por la nave lateral derecha nos encontramos con un bosque de velitas y algunas personas arrodilladas que rezan, indiferentes a la gente que pasa.  Y si levantamos la mirada nos encontramos ante la gran cruz de bronce, regalo a la catedral del emperador Napoleón III.

Pasamos después por delante de varias capillas cargadas de cuadros.  Algunas de estas capillas sirven para que a lo largo del día un sacerdote que habla varios idiomas, acoja al católico que quiere recibir el Sacramento de la Penitencia, o al que, cristiano o no, viene buscando un consejo o simplemente alguien que le escuche.

Pero son los dos grandes rosetones terminados en 1270, los que atraen principalmente nuestra mirada.

El rosetón  del norte está dedicado al Antiguo Testamento, que conduce a Cristo. 

Profetas, jueces, reyes y sumos sacerdotes, rodean a la Virgen quien,  como en el del oeste, lleva en sus brazos al Nino Jesús.

El rosetón del oeste evoca la actividad humana: por una parte las virtudes y los vicios; por otra, las medidas del tiempo, figuradas por los signos del zodiaco y los meses del año.

El rosetón del sur, está mucho más retocado: tanta ligereza y transparencia acaban por hacernos olvidar el peso  del edificio, pero por causa de este debió ser reconstruido dos veces, utilizando en gran parte piezas de la vidriera original.

Tesoro de la Catedral. El pasillo de la derecha nos lleva al Tesoro de la Catedral, saqueado muchas veces, sobre todo en el año 1831, contiene actualmente menos objetos antiguos de lo que el lugar merecería, sin embargo, se conservan muchos recuerdos de Saint Louis, de monseñor Darboy y otros.

Antiguos libros litúrgicos, objetos litúrgicos de orfebrería y documentos fotográficos que nos hablan sobre la historia de Notre-Dame y su vida actual.

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Las misas

Ordinarias

Hace ya miles de años se celebra aquí la Santa Misa, primero de forma esporádica  y después de modo ordinario en la entrada del coro, pero a partir del Concilio Vaticano II el sacerdote celebra la eucaristía de cara a la asamblea de los fieles, como lo ha hecho  siempre el Papa en la Basílica  de San Pedro en Roma.  Notre-Dame  se preocupó siempre de que la Sagrada Eucaristía fuese visible.

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