De par en par mis brazos aún aguardan,

en el fondo del precipicio,

la caída de tus muchas aguas.

Su salto me derribe.

Que el cieno sobre el suelo de mi espera remueva.

Su golpe me doblegue.

Que me arrastre su fuerza cual nave sin velas.

Que a la deriva me lleven errante

las corrientes tuyas por su seco cauce.

Irrumpa tu caudal en mis campos,

haga fértiles las tierras, que anegue mis pastos.

Que vuelva a la vida la ría

en el fin del camino, tras la travesía.

Sea el mar el destino nuestro,

tras el recorrido de tu furia por aquel sendero.

Que por fin encima me lluevan tus muchas aguas.

Que arrastras me lleven tus corrientes frescas.

Que tu caudal anegue el sequedal de mis siembras.

Que ya me ahogue tu moroso cauce, con su furia plena.

ed*