Causa olvidada de la crisis

Causa olvidada de la crisis

POR LEANDRO GUZMAN
Si bien es cierto que la crisis que vive hoy la República Dominicana es fruto de desaciertos políticos y económicos de diferentes gobiernos, no menos cierto es que una de las causas fundamentales que la originan, pero que ha sido aparentemente olvidada, es el deterioro moral.

En pocas ocasiones los analistas han tratado ese punto vital. La corrupción, las malas prácticas administrativas, el irrespeto a las instituciones, el «dejar hacer» en franca violación de las leyes, entre otras lacras, tienen su raíz en la grave crisis ética y moral que se vive en la República, acentuada por una pretendida modernidad en nombre de la cual se comenten grandes desatinos.

En los últimos años el irrespeto se ha convertido en norma, y el robo generalizado de los bienes públicos en una rutina, en franco menoscabo de la Justicia, también salpicada de la falta de moralidad. Si en la Justicia predomina el mercantilismo, por encima de lo que establecen los textos legales, apartándolos de la vista de los jueces para ver otras cosas más ventajosas para el lucro personal, es ilusorio pensar que valgan de algo la palabra empeñada y los reclamos ciudadanos. En ese sentido, el deterioro moral es evidente.

La dignidad escasea y por eso hay tanto irrespeto frente a los símbolos de la República. Nuestros héroes y las gestas patrias en las que participaron para que nuestro país fuera considerado como una Nación, apenas son conocidos por las actuales generaciones de jóvenes, porque si bien es cierto que tenemos profesores, faltan verdaderos educadores, que no es lo mismo.

Eso explica que, hasta hace poco, el Altar de la Patria -donde descansan los restos sacrosantos de los fundadores de la República- estuvo a punto de ser convertido en una plaza de mercado, de no haber sido por la oportunidad denuncia de la prensa. Las Fuerzas Armadas, afortunadamente, iniciaron su rescate.

Eso mismo debe hacerse en la Puerta de la Misericordia, cuna del primer grito de la Independencia Nacional, convertida en un garito, con bebentinas de colmadotes y juegos de azar, utilizando el pie del pedestal del prócer Matías Ramón Mella como urinario y sitio de defecación.

¿Cómo explicar todo esto si no es por el deterioro moral?

¿Cómo explicar que por más que amplios sectores de opinión pública se opongan, importantes áreas protegidas sean convertidas en «zonas de recreación», para que unos cuantos vivos se apoderen de tierras turísticas del Estado, que cuestan miles de millones de dólares, como parte de una corruptela que llora ante los ojos de Dios?

Si no fuera por el deterioro moral y el abandono de los principios nacionalistas, otras hubiesen sido las celebraciones con motivo de la reciente conmemoración de los 166 años de la Sociedad Patriótica La Trinitaria, germen fecundo de la Independencia Nacional, hecho que pasó «sin pena ni gloria», excepto por una ofrenda en el Altar de la Patria realizada por una organización de izquierda.

El 12 de julio pasado, cuando se conmemoraba un nuevo aniversario de la desocupación del territorio nacional por parte de las tropas militares norteamericanas, en 1924, nadie lo recordó. Solamente el Instituto Duartiano, con grandes precariedades, libra una lucha titánica para que no se pierda en el olvido la lucha de los fundadores de nuestra República, para darnos una Nación supuestamente libre e independiente, pues la llamada Comisión Nacional de Efemérides Patrias parece que, al cesar el Gobierno en sus funciones, olvidó que su rol perdura hasta el próximo 16 de agosto, cuando de seguro las nuevas autoridades mantendrán su vigencia, aunque con otros designados.

En fin, ese olvido imperdonable de nuestras grandes gestas y figuras que hicieron posible el afincamiento de nuestra nacionalidad, ha creado un vacío que, tratando de ser llenado por una globalización que pocos entienden, propicia una crisis moral en cadena, que amenaza seriamente con las instituciones nacionales.

Esa es una de las razones fundamentales de la crisis, que pocos analizan.

Hoy día, el afán de lucro se ha convertido en una herramienta de la cual se valen muchos funcionarios, tanto en el sector público como en el sector privado, sin explicarles claramente a sus hijos de dónde salen sus fortunas.

Los jóvenes criados en esos ambientes hogareños beneficiarios de la corruptela, por la falta de orientación cívica en las escuelas, suelen a la larga imitar el ejemplo de sus progenitores y, entonces, se eslabonan a la cadena que mantienen postrados a los hombres decentes y honrados de nuestro país.

Ojalá y alguien se anime a profundizar sobre ese tema. Nosotros, simples observadores de esta problemática, nos limitamos a poner la primera piedra.

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