Causas y azares  
Como todas las tardes

Causas y azares   <BR><STRONG>Como todas las tardes</STRONG>

KARYNA FONT-BERNARD
Las cinco y media, se puso buena la tarde, y los usuales empezaron a llegar a la diminuta terraza. Empezó la tertulia, como todos los días. Los temas, defilando desenfadados por el aire y entre todos, el que reinaba era el referente a la educación. “Lo que pasa es que sin educación, no se puede pretender progresar.

Miraba a mí alrededor, era paradójico el entorno en ese sector privilegiado de la ciudad, sin embargo, a un extremo de la calle dos o tres ciudadanos se disputaban el primer turno, para comprar jugo de naranja, elaborado por uno, que no parecía muy dominicano y que definitivamente carecía de las mínimas normas de salubridad. Entre tanto, galopaba veloz el enflaquecido caballo, que arrastraba esa rudimentaria carreta, llena de víveres que al parecer no se vendieron durante el día y más atrás, un sedán último modelo color plateado, apura su paso y toca la bocina angustiosamente.

Era pintoresco el paisaje y para reforzar la imagen, en ese mismo instante, se fue la luz eléctrica y encendieron al unísono las gigantescas plantas de emergencias, de las torres residenciales del sector, algo que inmediatamente contaminó el aire y distorsionó la audición. Alguien volvió a decir, que el programa es la educación y dije tajantemente que no se trataba de la educación que exhibía la gente, en esos restaurantes de moda o en las galas benéficas; se trata de la educación familiar, a la que debe aspirar desde el más pobre civil hasta el más encumbrado ejecutivo y sin embargo, muchos, de ambos lados, no la tienen.

Estamos hablando de la educación, que exhorta el respeto por los demás y por uno mismo, el amor a la Patria y el conocimiento de los deberes y derechos de los ciudadanos.

Es la misma educación, que permite que las personas que están al frente de instituciones y empresas persigan el bien común, la honorabilidad y la equidad. Es la educación la que otorga la conciencia a hombres y mujeres que denuncian los abusos y más que nada, que los evitan y que nunca aceptan la impunidad. Y al decir esa palabra se rieron; “Aquí la impunidad es el pan nuestro de cada día”.

Y es una pena, pero como rebatirlo, si en verdad, la justicia no es tan ciega, más bien tiene los ojos entreabiertos, para poder mover su péndulo del lado que más le convenga y lo peor, es que ya nadie dice nada, mucho menos reclama.

Y ni hablar de la criminalidad, porque una nación con un alto índice de educación, no tendrá un alto índice de robos y asaltos, porque es evidente que habrá un clima de bienestar social. Y entre todo esto, otro “fijo” en la tertulia, con voz grave dice que el problema en sí, viene de mucho tiempo atrás y que lo califica como “mala suerte histórica”; allá por el 1844 cuando se perseguía nuestra nacionalidad, había muchos que luchaban, pero no sabían para qué, ni por qué y al cabo del tiempo, la mayoría de esas personas se dispersaron de tal forma, que sus destinos no coincidieron y aquí estamos, tantos años después, sin identidad propia y sin un ideal definido. ¿Qué vamos a hacer? Seguiremos con lo paradójico, porque somos uno de los países latinos con la tecnología en comunicaciones más avanzada y en cuanto a turismo ofrecemos prácticamente el paraíso, sin embargo, si le echamos un vistazo al sector de la salud, tenemos hospitales que ni siquiera tienen un inventario de gasas y jeringas, amén de los recién nacidos que mueren porque no hay incubadoras o quizás si las hay, no tienen la energía eléctrica para que funcionen.

En nuestro país hay proyectos millonarios en el sector inmobiliario que se llevan a cabo, otros apoyados por los gobiernos, muchas veces sin una razón definida y sin caer en lo prioritario, mientras que algunos se encasillan y no salen a luz. Y volvemos a la educación, no es posible que tengamos tantos niños que no pueden acceder a las escuelas porque tienen que trabajar y no es posible que haya tantas escuelas,sin una planta física adecuada, sin salones equipados y baños decentes. Y volvemos a la paradoja, porque también somos un país con elevados índices de vehículos de lujo, sin embargo el transporte público no funciona como debería y por supuesto, volvemos a la educación, porque muchos de esos choferes de carros públicos, no tienen un nivel educativo suficiente que les permita conducir con prudencia, pero no sólo ellos, muchas personas con suficiente dinero en el banco, carecen del sentido común y de la educación, para conducirse como ciudadanos con sentido cívico. ¿Hacia dónde vamos? Alguien de la tertulia preguntó y otro respondió: “Llegará un momento en el que todo marche tan mal y toquemos fondo, que empezará a marchar bien; quién sabe si surge un nuevo líder con un discurso enardeciente que motive a las masas a trabajar por el bien común e inculque la educación por encima de todo”. Es posible, todo es posible, en un país surrealista

karynafontbernard@yahoo.es

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