Las pandemias recurrentes que nos mortifican a los dominicanos y a los extranjeros que residen en nuestro país, son además del zika, chikungunya, grosería, medalaganarismo de todos hacer cuanto quieran al margen de las leyes y las buenas costumbres, el escenario terrible del alto índice delicuencial aterrante, la contaminación y deforestación alarmante y la haitianización que socava y peligra la endeble soberanía nacional.
Los periódicos de la semana pasada fueron amplios y copiosos en relación al auge pasmoso de la delincuencia, principalmente los asaltos en las calles de motoristas, y a la entrada de las residencias en lo que se cierra una puerta perimetral, como mostró un video difundido por las redes sociales de una señora que enfrentó a tiros a dos delincuentes que trataron de asaltarla cuando la puerta perimetral de su residencia cerraba.
Los motivos del alto índice delicuencial que golpea a la ciudadanía es consecuencia de varios factores, el principal, que los dominicanos no hemos tenido el privilegio de contar con un gobernante responsable que se empodere de la plaga, como hizo Li Kuan Yu en Singapur y hace ahora el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, que escopeta al hombro, salía a matar delincuentes cuando era gobernador de la sureña provincia de Davao.
El país no ha dispuesto ni de un ministro del Interior ni un jefe policial eficiente, que sirva, para diseñar un programa preventivo y social que reduzca la alta incidencia delicuencial, y todos se limitan a vegetar en sus poltronas de come cheques y come solos.
Programas sociales en los barrios, con un Centro de Asistencia Social integrado por el CONEP, Promese, Inespre, Sedefir, líderes religiosos y deportivos, asistencia médica y dental, y en el ínterin, plomo sin contemplaciones a la canalla.