Cautela e incumbencias ante calamidades

Cautela e incumbencias ante calamidades

Guillermo Caram

La cautela, y ceñirse a lo que incumbe a cada instancia de cada autoridad, constituye condición indispensable para encarar adecuadamente las calamidades que se nos vienen presentando.

Conlleva comunicar lo estrictamente necesario para formar adecuadamente conciencia ciudadana e informar convincentemente el accionar del Gobierno.

Implica recurrir al silencio, recomendable para todo buen político, de todo aquello que pudiera causar confusiones e intranquilidad.

Balaguer aconsejó a Freddy Beras, cuando le consultó su parecer para incursionar en política, “aprender a administrar el silencio”. Fue tan pro-silencioso que una vez se declaró “ciego y mudo”. Recurrió al padre del psicoanálisis Sigmund Freud, citando “dueño de lo que callas y esclavo de lo que hablas”.

Del filósofo, historiador y matemático escocés Thomas Carlye (siglo XVIII), rector Universidad de Edimburgo, aprendimos: “el silencio es más elocuente que la palabra”.

Eurípides, poeta de antigüedad griega durante siglo de oro de Pericles (V a.d.C.), así llamado por apogeo de manifestaciones culturales, sentenció que el silencio era “la mejor respuesta de la sabiduría”.

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La Biblia nos enseña “quien mucho habla mucho yerra” (Proverbios 10:19) versículo recogido por la sabiduría popular.

Si a falta de cautela se agrega invasión de competencias o incumbencias, la acción gubernamental termina siendo inefectiva.

No es propio del buen gobierno estar en todas partes, en todos los escenarios ni asumir competencias de otros. Ni olvidar la física elemental: “dos cuerpos no pueden ocupar un mismo lugar en el espacio”.

Así se generan conflictos de informaciones, decisiones y actuaciones. Se subrogan responsabilidades y autoridad, restando prestancia y entusiasmo consustanciales al buen desempeño.

Hacen perder objetividad, fomentando adulonería y complacencia entre funcionarios que llegan a transgredir la verdad sea por error, mentira o ignorancia.

Quienes se exceden hablando y subrogando incumbencias llegan a ridiculizarse a si mismos; provocando indiferencias, desaires y desestimación anticipada de planteamientos en auditórium que acuden, llegando a causar hastío.

La inobservancia de cautela e incumbencia institucional, consume protagonistas, cansándolos hasta incapacitarlos para cumplir incumbencias propias.

Ojalá que calamidades presentes se encaren sigilosamente, respetando competencias e incumbencias.