El Gobierno que preside el doctor Leonel Fernández Reyna debe manejarse con mucha cautela en momentos en los que se nota claramente una gran convulsión en las principales economías del mundo.

Es cierto que un mandatario debe infundir fe, valor y coraje a su pueblo en medio de las situaciones adversas, pero no es  aconsejable aferrarse a un optimismo desbordado que impida tomar las previsiones de lugar para evitar que la situación afecte de manera muy negativa al comportamiento económico local.

Tampoco es prudente cerrarse a las sugerencias, consejos, planteamientos y orientaciones dadas por los diversos sectores de la vida nacional, a los fines de que se hagan correctivos plausibles.

En estos momentos tan desafiantes, podría ser de gran provecho para el país la creación de un escenario donde las autoridades y las fuerzas vivas puedan convergir con la unificación de voluntades, planes y criterios.

La dura realidad indica que el mundo está ante un escenario para el cual no hay un parámetro comparativo cercano y que demanda de grandes sacrificios y desprendimientos.

Estados Unidos, la principal economía del globo terráqueo, no sólo se ha tambaleado, sino que es incierta la posibilidad de su recuperación.

El lugar de una visión positiva, las descripciones que hacen los expertos sobre la situación guarda una relación muy estrecha con las devastadoras imágenes escatológicas del Apocalipsis, donde se habla de hambre,  guerras, rumores de guerra, pestilencias, violencia, odio, maldad y ambición desbordada por el poder y el dinero.

El objetivo no es causar alarmas, pánico ni desasosiego, sino, más bien, generar una cautela que se corresponda con la realidad del momento.