Caviar por dentro, caviar por fuera

Caviar por dentro, caviar por fuera

Madrid.  EFE.  Antes, quiero decir antes de que se prohibiese la comercialización de caviar procedente de esturiones del Caspio, los expertos desaconsejaban tomarlo en cucharillas metálicas, que alteraban su sabor, y recomendaban el uso de cucharillas de marfil o, al menos, de nácar.

Por entonces había quien, agradecido o muy generoso, regalaba una lata de como mínimo medio kilo de caviar acompañada del recipiente especial para servirla rodeada de hielo y un juego de cucharillas de nácar. Al homenajeado no le quedaba más que poner el hielo y el champaña para darse un festín memorable.

Hoy, cuando prácticamente todo el caviar que está en el mercado viene de piscifactorías, nuevos expertos recomiendan otra forma de tomar caviar. Se trata de depositar el contenido de la cucharilla sobre la propia piel, normalmente en la cavidad entre los dedos pulgar e índice, y tomarlo de allí directamente. Se supone, claro, que uno tiene las manos limpias y no aporta al caviar ningún sabor indeseable.

Naturalmente, de la piel propia a la ajena no hay, muchas veces, ni un paso, y no faltan quienes sostienen que la mejor manera de tomar caviar es hacerlo directamente desde la piel de la pareja. Hombre, caviar, champaña, erotismo, siempre han ido de la mano, de modo que no es que la propuesta sea muy original. Atractiva… allá ustedes y sus parejas, claro.

Que, en una noche de caviar, se habrán acicalado convenientemente, incluyendo el preceptivo tratamiento de la piel, que añada a la deseable hidratación el clásico antiarrugas al que los catetos llaman “antiage”. Hoy todo el mundo, varones y damas, quiere estar guapo y joven sin necesidad de pasar los apuros que pasó el señor Ponce de León en su inútil búsqueda de la fuente de la eterna juventud, aunque en estos casos sólo se trate de una aparente juventud facial.

En cosmética se han usado siempre productos comestibles. Que levante el dedo quien no haya visto nunca a una ciudadana (o un ciudadano) con la cara cubierta de rodajas de pepino, buscando hidratación. O esas mismas caras convertidas en hieráticas esfinges al estar sometidas a la acción de una yema de huevo.

Hoy se utiliza para estos fines material muy diverso. Lo hay francamente repugnante, o a mí me lo parece, como la baba de caracol (los romanos ya criaban caracoles para comer, pero no consta que usaran su baba en cosmética) o el veneno de serpiente. Pero los hay de los que se consideran joyas gastronómicas, como la irrazonablemente cara trufa blanca (resulta que es hidratante, o eso dicen) y, naturalmente, el caviar.

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