Cazadores de olas

Cazadores de olas

POR DAVID CARRASCO
CIUDAD DE PANAMÁ, DPA.-
Panamá es un lugar único para los cazadores de olas, surfistas que buscan cabalgar sobre las mejores crestas sin importarles donde se encuentren: la estrechez de su istmo permite a los amantes de la tabla deslizarse, en el mismo día, sobre las olas del Pacífico y sobre las del Caribe.

Cada fin de semana, Ezequiel Caballero deja su escritorio en un banco local y toma su tabla de fibra de vidrio con alerones para ganar el punto de quiebra de una pared de agua azul, espumosa y estridente, convertida en un desafío personal.

«Los surfistas somos independientes. Corremos olas en una costa y, muchas veces, tras tres o cuatro horas de viaje en automóvil, con unas cuantas latas de tuna, galletas y bebidas hidratantes en la cajuela, nos reencontramos en la otra costa, para emprender nuevos retos», comentó Caballero.

Panamá ofrece a los amantes de deportes acuáticos la posibilidad de surfear el mismo día en playas diferentes, distribuidas a lo largo de dos extensos trayectos costeros, que miden 1.700 kilómetros en el Pacífico y 1.287 en la vertiente del Caribe.

En el litoral Pacífico, las mareas son semi-diurnas y alcanzan unos seis metros, mientras en el Caribe registran un metro de amplitud, con un fuerte oleaje que se desarrolla en ambientes coralinos y se desplaza con dirección al Este.

Sonia Pucha García, ocho veces campeona nacional en la rama femenina, dijo a dpa que disfruta los retos en el mar y adora la geografía de Panamá, en la que se forman majestuosas olas «point» (en una dirección), que permiten volar virtualmente sobre la superficie tibia del mar.

Con frecuencia, la experimentada deportista se desliza sobre los «beach break» (olas que rompen de izquierda a derecha) en isla Grande, en la caribeña provincia de Colón y en las potentes olas tubulares de la provincia de Bocas del Toro, de gran exuberancia tropical y ardiente sol.

García, de 31 años, empezó la apasionante actividad hace 15 años en Playa Venado, en el Pacífico. En la actualidad, es una de las latinoamericanas más destacadas en el deporte acuático, así como una exitosa comentarista de eventos en la categoría «Longboard» y torneos de playa como el Miss Reef.

«He cosechado frutos y mejorado mi imagen personal, gracias al surf y al entrenamiento físico, que se convirtió en un estilo de vida y, a la vez, en un trabajo», indicó la profesional, quien dirige una escuela de novatas que aspiran a la categoría Open.

García reconoció que al igual que en otros deportes, el surf presenta algunos riesgos. Hace varios años, mientras corría una inmensa ola en el Pacífico, su tabla se partió y la liga amarrada a su pie se enredó en unas piedras bajo el agua, pero salió a flote para celebrar la anécdota.

Edgar Gary Saavedra, 10 veces campeón nacional, centroamericano y latinoamericano, y medalla de plata en los Panamericanos de surf, comentó que «Panamá es un lugar único para competir sobre olas», debido a las corrientes marinas, al viento favorable y a la variedad de escenarios.

Sostuvo que a diferencia de las saturadas playas en California, Estados Unidos, muchos competidores internacionales eligen a las menos congestionadas costas panameñas para planear «trips» junto a caseríos de pescadores o en islas repletas de historias y leyendas.

De hecho, en el 2005, un grupo de profesionales ofreció una demostración de «town in surfing», para promover esa modalidad deportiva que requiere el uso de un jet ski (moto de agua), un «sled» (aparejo) de rescate, chaleco salvavidas y un manillar con una cuerda de 10 a 12 metros de longitud.

La cuerda tirada por la moto permite al surfista posicionarse sobre una ondulación marina y soltarse en el momento indicado, sin perder el equilibrio, pero según Saavedra es una acción intrépida en la que se arriesga bastante.

Saavedra, un licenciado en turismo de 28 años, reconoce que cada vez que enfila su tabla con dirección al agitado mar, la adrenalina recorre sus venas y la libertad supera los límites, un sentimiento que comparten quienes realizan maniobras con alto grado de dificultad, por diversión o con fines competitivos.

Debido a las facilidades de comunicación, los aficionados al surf suelen reunirse en playas como Río Mar, El Palmar, Santa Catalina, Serena, Malibú, Costa Esmeralda, Punta Brava y Cambutal, en el Pacífico, o Palenque, Isla Grande, María Chiquita, Bluff, Carenero, Dumpey y Punch, en el Caribe.

Además de cargar coloridas tablas, que cuestan de 300 a 450 dólares, algunos llevan consigo un ordenador portátil con el que distribuyen vía satélite imágenes de las áreas ribereñas que ofrecen olas perfectas, cuando la marea está en su punto más alto.

Saavedra comentó que un valor agregado de Panamá es la seguridad para la práctica de este deporte, descrito por primera vez en 1778 por el explorador inglés James Cook, en su viaje a Oceanía, donde los aborígenes enseñaron a los europeos que es factible dominar el mar sobre una tabla en movimiento.

El joven deportista comentó que la posibilidad de correr olas diferentes en un mismo día en Panamá, es un privilegio y una experiencia a la que ninguno de los «surf team riders» con espíritu emprendedor puede renunciar.

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