Yo creo, que ya en estos tiempos en los que nuestro estilo de vida, es estar todo el tiempo patas arriba y montados en un patín, por la prisa de la vida diaria, ya cabe preguntarnos si ceder el paso sigue siendo una de las normas de cortesía, porque aparentemente, se nos ha olvidado que existe y en otros casos la desconocen por completo.
La mala educación que muchos de nosotros tenemos, nos lleva a realizar acciones poco educadas. Y peor aún, eso es lo que le enseñamos a nuestros hijos con nuestro ejemplo. A quién no le ha pasado que de repente choca con la puerta en las narices, cuando la persona que va delante la suelta sin mirar si alguien viene detrás, o que pasa delante de nosotros a empujones. Pero indigna más aún, cuando esto lo vemos de un niño y su madre no es capaz de corregirlo.
Como esta semana, que esperando en el médico mi turno, veo cómo una señora se dirige hacia el baño, y en ese mismo momento un niño como de 9 años, le dice a su madre, Mami, voy al baño, y sale corriendo hacia allá, y a la señora faltándole tan solo un paso para abrir la puerta del baño, choca con el niño, que se le pone alante y entra y sale del baño sin ni siquiera pedir excusas a la señora, y lo peor, la madre ni le llamó la atención. Ceder el paso es una regla de cortesía que ha caído bastante en el olvido, no solo de aplicarse, sino también de enseñarse.
Para moverse en sociedad hace falta seguir algunas reglas básicas de cortesía, porque las mismas, cobran una especial dimensión en lugares públicos y nos permiten distinguir un país civilizado de otro que no lo sea tanto.
Como dicen, República Dominicana se ha caracterizado siempre por ser un país de gente buena y hospitalaria, pero con mucha falta de educación en los temas de civismo. Y es que aparentemente, ceder el paso se ha convertido prácticamente en una utopía en nuestras calles.
Es increíble y lamentable cómo vemos que ni siquiera para cruzar la calle entre mil malabares, se detiene ni un vehículo para cederles el paso a los envejecientes, embarazadas, estudiantes, minusválidos, no videntes, etc. Y ni se diga, cuando se requiera de darle el turno en las filas del banco, supermercados o estafetas de pago a personas con condiciones especiales, que nada más oyes susurros, malos gestos y carotas ofendidas como que uno está haciendo una maldad.
Pero y qué decir, de transitar en las calles de Santo Domingo el peor caos del mundo, donde salir del parqueo en una avenida, es un sueño inalcanzable, porque te toma mínimo 10 minutos que pase un samaritano que sea capaz de pararse para cederte el paso.
Creo que solo en conjunto, como sociedad, podemos practicar, para enseñar y modelar que existen las reglas de cortesía para cumplirse, y que ceder el paso, tan solo es una más de ella que nos permite convivir con educación, civilizadamente y en urbanidad.