Celebración de centenario natal del cineasta japonés Yasujiro Ozu en el Centro Cultural León

Celebración de centenario natal del cineasta japonés Yasujiro Ozu en el Centro Cultural León

Aquella tarde festival en el studio Saint Andrés Des Art, PARIS/1978

Por allí, hacia el barrio 6, corazón central de la arteria de Saint

Germain des Pres, donde alguna vez Johnny Bonnelly cruzó para alcanzar, a

golpe de bufanda en el aire, la Rue de Vaugirard, corrillo

mágico de

ilusiones culturales

encendidas, repito, por allí en aquel bullicio de la

gente de cine entusiasmada, quedó la admiración viva hacia un director de

cine japonés que yo

desconocía.

Sabía que el cine japonés tenía otro tiempo narrativo, que en sus orígenes

se había inspirado de sus largas tradiciones teatrales

(el kabuki, que

vendría a ser del japonés : Ka, canto Bu, baile,

Ki, destreza) y de los

Ugetsus, relatos o leyendas tradicionales…

Hasta aquella bella tarde, me había conformado con saber que existían

directores como Imamura, Terayama, Kenyi Mizoguchi, Mikio Naruse,

Kobayashi, Hiroshi Inagaki, Nagisha Oshima y Akira

Kurosawa, entre otros…

Yasujiro Ozu no estaba entre mis planes, hasta aquella tarde

estival…

Grande fue mi sorpresa al

saber, que aquella ignorancia que creía tan mía y

archi personal, era también de parte de un gran público de aquel viejo

continente, porque ese día el estreno de la película Voyage

a Tokio (1953)

Cuento de Tokio, título utilizado en España, hacia 25 años

que Yasujiro

Ozu había muerto y que además, era su primera película de estreno en París,

Francia…

La cinta había sido descubierta y promovida por un brillante especialista de

cine oriental en Francia, llamado Max Tessier, quien en una excelente

investigación, in situ, entendió que occidente había perdido más de un

cuarto de siglo en descubrir a un director que promovido a tiempo hubiera

competido en popularidad con Akira Kurosawa, el más occidental con Oshima, de todos los directores japones conocidos hasta el momento.

Luego de ver esta película, celebré estar vivo, me di golpes de pecho, canté

aleluyas : aún tenía tiempo de venerar la obra del maestro, cosa que desde

entonces he podido hacer sin escatimar blasfemia alguna,

lo juro…

De ahí nació entonces:

[b]“YASUJIRO OZU, APROXIMACIÓN AL ARTE FÍLMICO DE UN MAESTRO EN SU CENTENARIO[/b]

NATAL : 1923 2003.”

Título de la conferencia, ilustrada visualmente, dictada por un servidor los días 12 y 13 de noviembre en el Centro Cultural León, en Santiago… Que al hacer esta celebración conectaba internacionalmente al Centro Cultural León con las siguientes capitales : Tokio, Sydney, Johannesburgo, París, Madrid, Barcelona, Valencia, Caracas, Montevideo, Sao Paulo, Río de Janeiro, Buenos Aires, Los Angeles, New York, Vancouver, Toronto, Québec, Ottawa, Copenhague, Estocolmo, Oslo, San Petesburgo, Milán, Roma, Londres, Dublín y Santo Domingo, todas unidas en el homenaje natal a Yasujiro Ozu.

Así, en aquella tarde estival (1978), de gran sorpresa fílmica, calles y paredes desandadas por Johnny Bonnelly y su bicicleta de Quartier ( le puedo ver aún, doblando como la jungla del diablo por Odeon), descubrí una pasión ascética en el cine, rigor existencial que solo un artista como Yasujiro Ozu puede provocar, en una palabra : mi vida por Ozu…

[b]YASUJIRO OZU: RETRATOS DE VIDAS COTIDIANAS O LA AÑORANZA DEL ESPIRITU NIPON[/b]

Yasujiro Ozu nació en Tokio el 12 de diciembre de 1903, y murió en la misma ciudad, el 12 de diciembre de 1963.

Su prolífica filmografía incluye 64 películas entre periódo mudo y sonoro.

El trabajó intensamente desde 1927, fecha de su primera película muda titulada “El Sable de la Penitencia”(1927), hasta 1962, cuando hizo la película de cierre de su filmografía titulada en España : “El sabor del pescado de Otoño”(1962).

De esas 64 películas 19 son del perieódo mudo y 18 están desaparecidas, algunas de ellas muy importantes, según testimonio de la crítica de la época. Si la transición del cine mudo para el cine sonoro fue asumida con mucho entusiasmo en algunos lugares del mundo pioneros del cine (Inglaterra, Estados Unidos, ex URSS, Francia), en Japón la transición hacia el cine sonoro fue tortuosa y lenta.

En el caso particular de Ozu, según he podido ver en sus películas mudas ( “He Nacido Pero”, 1932), por ejemplo, el maestro tenía un dominio perfecto del medio y aquella estética y es muy probable, que el mismo desencanto de Chaplin fuera el que allende los mares, sacudiera a Yasujiro Ozu, con respecto a la transición.

Yasujiro Ozu, se negó al color y al cine sonoro, lo bello de esta rebeldía significativa, fue que la calidad de sus películas, la fuerza dramática de las mismas, demostraban que en sus obras blanco y negro, mudas, la capacidad de comunicación y ensoñación son singulares…

Su ortodoxia sobre los elementos que componen la estética fílmica se comprueba con un detalle curioso: solos las últimas 6 películas del final de su carrera, entre la década del 50 e inicios de la década del 60, están hechas a color…

Prolífico, reiterativo con gracia y profundidad, el inteligente cine de

Yasujiro Ozu al cabo del tiempo, se ha convertido en un tesoro nacional en la historia visual del Japón contemporáneo.

La esencia de sus películas consiste en reclamar una identidad perdida por parte del Japón luego del bombazo de Hiroshima, Ozu evoca con delicadeza y brillantez de artista de ojo agudo, como pasa el tiempo y el Japón se transforma: en sus películas hay un reclamo existencial hecho con el mayor de los estilos corrosivos. Nadie más que Ozu se ocupó del núcleo familiar japonés de post guerra, nadie más que Ozu supo dibujar el proceso de transformación de Japón en una transculturización vertiginosa : que vista desde un país insular de cultura milenaria, da mucho que reflexionar.

Se dedicó con ahínco poético de orfebre espiritual, a realizar una anatomía de los grupos familiares del Japón y logra con certeza retratar los

conflictos interiores de una sociedad, cuya mutación para sobrevivir al trauma de la bomba como tragedia nacional (físico y sicológico), les convierte en seres extraños o exiliados en el espacio mismo, de su propia cultura y geografía…

En el Centro Cultural León esos días 12 y 13 de noviembre, fueron interesantes: Mirna Guerrero y Emilio Yunén, junto a otros amigos ( Angelaines, Sacha Tebo y Bismarck Victoria ), contribuyeron a una noche espléndida, gracias.

Lo que para el maestro Ozu fue la nada, esa noche fue todo cariño memoria y celebración mundial, por su gran obra, apenas conocida.

cfelias@hotmail.com

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