Como aquella María Teresa de la Patria, María Teresa Quidiello es dominicanidad.
Un día, en pleno verano de 1988, me tocó recibir en el aeropuerto madrileño a una distinguida dama: llegaba desde Lieres, en el Principado de Asturias, el lugar de nacimiento de su padre, don Raymundo. Llegaba ligera de equipaje, pero cargada de todo el afecto familiar de aquella comarca, a la que no había vuelto desde los días de la adolescencia. Era María Teresa Quidiello Castillo.
Pepín Corripio había ofrecido ese viaje a ella y a doña Carmen Quidiello. Puro re-encuentro con sus primas y primos, perderse de nuevo en el verdor del paisaje, volver a contemplar el silencio de sus montañas El mismo Pepín conducía el automóvil en que se desplazaron en la zona.
Les cuento un secreto, siempre que prometan no repetirlo: allá, en Lieres, hasta bailaron sus jotas y ritmos locales. En esas vecindades, en el concejo de Cabrales, se hallan los orígenes del tronco familiar de los Corripio.
Pues yo me encontraba viviendo mis años de estudiante en Madrid y el profesor Juan Bosch solía remitirme ciertas personalidades de la vida intelectual y política, para que los recibiera y guiara en su visita a aquella ciudad española. Los lugares emblemáticos, como el Museo del Prado, eran visitas de rigor. Después, tomar calles y plazas, cafés o cerveza (caña, como la llaman allí); si de noche, había por fuerza que desembocar en Tascas y Tablaos, en los sótanos de la Plaza Mayor.
María Teresa, mujer de gran carácter e inteligencia, cuyas discusiones con Bosch y la misma doña Carmen, a veces tomaban largos minutos de encendida plática, para no siempre acabar en acuerdo. Con ella recorrí los pasillos cargados de las obras de arte del Prado, para descubrir con gusto que a muchas de esas obras, las conocía. Goya, Velázquez, el Greco la historia del arte ante nuestros ojos la cultura de la dama era un detalle vivo de su personalidad. La inolvidable experiencia se hizo almuerzo, arte y buena conversación. La despedida en Barajas, el aeropuerto de Madrid, culminaría con un abrazo de adiós. Regresaba en ese verano a Santo Domingo.
No es casual que ahora evoque a Lieres. Cuando las jovencitas María Teresa y Carmen estudiaban en el internado del colegio de Las Teresianas, en Barcelona, y su hermano Raymundo estaba en Loyola, pasaban los veranos en Asturias. Sus padres vivían en Barcelona; a la llegada de los meses de calor se trasladaban a las tierras del norte.
Hoy, Lieres es una parroquia del concejo de Siero, en el Principado: una población de alrededor de 1,500 habitantes, contenidos en unas 700 viviendas. Su industria principal ha sido la minería; antes, la del alcohol, y hasta el azúcar llegó a ser un negocio en la zona; hablando de minería, recordemos las canciones de Víctor Manuel dedicadas a los mineros asturianos.
María Teresa Quidiello. Desde que conoció a Juan Bosch y a los exiliados dominicanos que luchaban contra la tiranía de Trujillo, a sus sueños y desvelos sumó lo relacionado con nuestro país y su búsqueda de libertad: Cayo Confites, las expediciones de 1949 y junio de 1959, el asesinato de las hermanas Mirabal
Cónsono con el pueblo dominicano, vivió los agitados momentos tras el ajusticiamiento de Trujillo. Fue testigo y partícipe del apostolado de Juan Bosch en la construcción de la democracia y la justicia social en la República Dominicana; del Gobierno de 1963 y su Constitución; en fin, todo el proceso histórico nacional, hasta nuestros días.
Se trata de una dominicana excepcional, una digna hija de la República que fundó Juan Pablo Duarte.
María T. Quidiello
Homenajeada
Ha recibido numerosos reconocimientos; se destacan: condecorada con la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella; profesora Meritísima de la UASD; y en su honor es creada la Cátedra María Teresa Quidiello, adscrita a la Facultad de Educación. Como aquella María Teresa de la Patria, al celebrar hoy estos 100 años de vida ejemplar, ¡María Teresa Quidiello Castillo es toda dominicanidad!