Celebrando a Hilma Contreras

Celebrando a Hilma Contreras

Hoy, 8 de diciembre, se conmemora el 110º aniversario del nacimiento de Hilma Contreras (1910-2006), quien desde el pasado 28 de noviembre es re-leída a través del cuento «La espera» en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, gracias a la publicación de la antología VINDICTAS.

CUENTISTAS LATINOAMERICANAS, editada por la UNAM de México, y la Editorial Páginas de Espumas de Madrid, en una impecable y bien cuidada edición a cargo de Socorro Venegas y Juan Casamayor.

La proyección de Hilma, a nivel internacional, ha sido posible, gracias a la labor infatigable, no mediática, de su albacea literaria, la historiadora senior de género y coleccionista Ylonka Nacidit-Perdomo; ese ejercicio de correlación con las lecturas de sus cuentos y, de honrar el valor de amistad, le permitió entender que estaba de frente a una mujer adelantada en el tiempo, discreta, cosmopolita, que supo crear su obra sin prisa.

Ahora, que buscamos registrar las primeras décadas del pasado siglo, especialmente de cómo las mujeres comenzaban a construir su identidad propia, me imagino a una adolescente Hilma Contreras durante sus estudios en la Maisons d´Educations des Lycées de Jeunes Filles-Victor Dury, en Versailles, y los diálogos que para ese entonces sostuvo con su profesora Ercilia Pepín, en el Colegio México de Santiago, y al momento de acompañarla a París, al internado, donde fue condiscípula y amiga de Colette de Jouvenel, hija de la leída autora francesa.

Pues, de acuerdo con los estudios de Nacidit-Perdomo, no hay lugar a dudas, que nuestra maestra del relato breve, Hilma, es la pionera en nuestro país de la «écriture féminine», de tratar la violencia de género (doméstica e intrafamiliar) contra la mujer en su cuento «La Carnada» (1933), los sesgos y estereotipos en torno a la homosexualidad en «La espera» (1951); razón por la cual –tardíamente- se le concedió en el Premio Nacional de Literatura en el 2002, siendo la primera mujer en ser reconocida con el importante galardón.

Su obra canónica es la selección -que la misma autora hizo- de las narraciones que consideró evidenciaban al sujeto femenino, a la mujer, como protagonista de su propia vida, y a través de la cual dio voz e identidad a muchas féminas: «Entre dos silencios» (1987).
Es en Hilma con quien también reconfirmo, además, el compromiso que tienen las dominicanas con la ciudadanía y sus derechos humanos.

Sobre la época de la tiranía nos ha legado el testimonio de esa era siniestra, que silenció a toda una generación, en su novela «La Tierra está bramando» (1986) y en «El ojo de Dios: cuentos de la clandestinidad» (1962).

Un capítulo que aún queda pendiente de su vida, entre otros, es conocer su labor política en la Unión Cívica Nacional, y sus posturas sobre la reconstrucción nacional tras la caída de dictadura, así como su labor como diplomática.

Celebro a Hilma este 8 de diciembre, cuando se conmemoran 110 años de su nacimiento. En su obra, en su vida, se re-significa un pensamiento existencial, político y literario que debemos re-estudiar las dominicanas.

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