Que esta noche, que da inicio a la evocación de la Natividad, la cena de la tradición sirva para estrechar uniones familiares y de otro carácter, acudiendo a los consumos excepcionales con responsabilidad, consciente cada quien de que el pan no abundará en muchas mesas por la falta de equidad en el acceso a los bienes!
Que en los encuentros brillen la armonía y la paz de los espíritus sin dejar fuera de la percepción ni del contexto la marginalidad de los conciudadanos alejados del confort que, aun bien ganado en frecuentes casos, solo toca a una parte de la humanidad.
Reservar espacio, sin mermas de entusiasmos, a las preocupaciones por la desigualdad en las condiciones de vida, extrañando sentidamente a quienes después de dos años de avatares por la pandemia dejaron vacías prematuramente las posiciones que ocupaban en sus familias y en múltiples roles del quehacer nacional.
Que el esencial propósito de celebrar desde los credos la llegada de Cristo no lleve a olvidar los desafíos de construir una mejor realidad terrenal, económica y social.
Hay cuentas por saldar en términos institucionales para lograr leyes y códigos justicieros, mejor educación, asistencia social, seguridad ciudadana y de aplicación de sanciones que generen protección permanente al patrimonio nacional expuesto a la corrupción.
Es hora de brindar por las buenas causas y por la urgencia de alcanzarlas. Sin escapismos.
Poner fin a la coincidencia de festejos con trágicos finales
Ocasión ¡Oh Navidad! para la reflexión y para pasar balances
Unos se preparan para fiestar; otros alistan hospitales para emergencias