Celebremos el pacto por la educación

Celebremos el pacto por la educación

Hay múltiples razones para que celebremos la firma esta semana del Pacto Nacional por la Educación de Calidad, con la firme decisión de velar para que sea cumplido en todas sus dimensiones, no sólo por el actual gobierno, que lo ha promovido y se siente compromisario del mismo, sino por los que vengan después, porque es obvio que los objetivos son de mediano y largo plazo.

La sociedad dominicana, y especialmente sus organizaciones sociales, deben celebrar este pacto como una gran conquista e imperio de la razón tras una ardua lucha desde que en 1997 la Ley General de Educación declaró esa materia como prioridad nacional número uno y dispuso que se destinara a la misma por lo menos el 4 por ciento del producto interno bruto.

Muchos años antes había comenzado el esfuerzo por convencer a nuestro liderazgo político y gubernamental de que la educación de calidad es el fundamento del desarrollo, no las obras materiales a las que con tanta devoción se dedicaron, impulsados por un equívoco criterio sobre la modernidad que levanta palacios y obras de relumbrón para satisfacer la vanidad. Grandes constructores ha tenido este país desde Nicolás de Ovando, pero seguimos entre los 10 más pobres de los 35 del continente.

Se puede decir que el Pacto por la Educación de Calidad es la mayor y más significativa victoria de la sociedad civil dominicana, que debe reivindicarla, no para impugnar a los políticos, sino para alentar el protagonismo social en muchas otras tareas que tiene pendiente esta sociedad, como la prioridad en las inversiones, la lucha contra la corrupción y una reforma política que permita el rescate y fortalecimiento de la institucionalidad democrática.

La gran concertación social que implicó la Coalición por la Educación Digna que promovió la lucha por el 4 por ciento del PIB para la educación, es un ejemplo de lo que se puede lograr con la movilización popular, con creatividad, con actitudes inclusivas, sin radicalismos que espantan o inhiben.

Hay que celebrar el pacto y darle crédito al presidente Danilo Medina, quien desde su asunción al poder ha cumplido el compromiso que hizo en la campaña electoral de atender el sentido y prolongado reclamo social, disponiendo la inversión necesaria para crear las condiciones propicias para un salto cualitativo en la educación pública, a partir de los tres años de edad.

El discurso del Presidente en la firma del pacto no deja la menor duda de que lo concibe como “la hoja de ruta de nuestra Revolución Educativa”, que ha de ser su principal realización en este período de Gobierno, sin dejar resquicio para los retrocesos que hemos vivido tras múltiples reformas institucionales fruto del consenso socio-político de los años noventa y comienzo de este siglo.

Se celebra también porque el establecimiento de este pacto es un mandato de la Estrategia Nacional de Desarrollo, y porque debe servir de inspiración para emprender el cumplimiento de los otros pactos contemplados en ese instrumento convertido en ley hace dos años y que a su vez fue fruto de un largo proceso de consensos sociales y políticos. No podemos olvidar que están pendientes de materializar los pactos Fiscal y por la Electricidad.

No podemos dejar de lamentar que la concertación del pacto no abarcara cuestiones tan fundamentales como el sistema de remuneración y de evaluación del profesorado, elementos fundamentales de cualquier revolución educativa. Las dificultades en estas materias deben ser superadas cuanto antes. Mientras tanto hay motivos para la celebración.

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