Celia Cruz: El dolor de una división

Celia Cruz: El dolor de una división

POR JOSÉ ANTONIO AYBAR F.
Celia Cruz mantuvo una posición invariable sobre la Revolución Cubana y Fidel Castro, desatando las más enconadas críticas sobre el sistema cubano y su comandante en jefe, cuando algún periodista le trataba el espinoso tema. Y, a pesar de que en muchas ocasiones dijo que no visitaría Cuba mientras Castro continuara en el poder, Celia Cruz hizo una visita relámpago en 1990 cuando fue invitada a cantarle a los refugiados cubanos albergados en la Base de Guantánamo.

El dato consta en “Mi vida”, la biografía autorizada por la propia guarachera, escrita por la periodista Ana Cristina Reymundo.

Alegría y tristeza se entremezclaron cuando, desde el avión, Celia comenzó a divisar la tierra donde una parte de su vida quedó congelada el 15 de julio de 1960, en un vuelo sin regreso a México, su primer país como exiliada.

“Cuando salimos del espacio aéreo cubano y ya estábamos por entrar en México, Rogelio (director de la Sonora Matancera) nos dijo, ‘caballeros…’, y luego viró los ojos  para mirarme a mí, ‘este es el vuelo sin regreso”.

Recuerda Celia que todos se quedaron fríos y “algunos de los muchachos se pusieron a llorar. Recuerdo que Pedro (Night) se quedó serio, me apretó la mano y yo solté el llanto. Dejé a mi mamá, dejé mi tierra, dejé mi vida, a mi familia y a tantos amigos. Mi vida, tal como la conocía, había desaparecido para siempre”.

Ursula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso nació en la parte más pobre de un barrio de clase media llamado Santos Suárez, hija del matrimonio compuesto por Catalina Alfonso (Ollita) y Simón Cruz.

Su vida estuvo signada por acontecimientos que para ella eran señales divinas. Como dato curioso, Celia salió de Cuba un 15 de julio y partió de este mundo un 16 de julio.

Uno de los temas obligados cuando se habla de La Guarachera del Mundo es que nunca perdonó a Castro el no poder estar al lado de su madre Ollita cuando murió.

Al día siguiente de la muerte de su progenitora, el 8 de abril de 1962, Celia empezó los trámites para regresar a Cuba, pero, según consta en su biografía, el gobierno cubano se lo impidió.

“Inicié los trámites para regresar a Cuba al entierro de mi mamá, pero Fidel y su gobierno nunca me perdonaron. Me castigaron por salir de Cuba y no me dejaron regresar para enterrar a mi mamá”, recordó Celia.

El día que sepultaron a Ollita, Celia no pudo ocultar la rabia que sentía hacia Castro y su gobierno. “Yo sentí una rabia y una desesperación tan profunda que apenas podía con ella. Ese día pensé que se me iban a secar los ojos de tanto llorar, y fue entonces que decidí nunca pisar el suelo de Cuba mientras tuviera esa soga encima”.

Prometió no poner un pie en Cuba hasta que no desapareciera el actual sistema. “Y si no desaparece antes que me muera, ya me compré un terreno en un cementerio neoyorquino. Mientras Castro esté en el poder, me rehúso a que me entierren en Cuba, aunque eso quiera decir que no puedo reposar al lado de mi Ollita en el cementerio Colón”.

En 1990 se le dio la oportunidad de visitar esa tierra que seguía en manos de la Revolución. “Iba a Cuba, pero no a la Cuba que dejé. La Cuba actual seguía agobiada bajo la bota de un patán”.

Cuando el avión aterrizó, lloró de emoción, anticipando, dice, lo que sería pisar un trocito de la isla que fue su cuna y ahora es tumba de sus padres.

“Me llevé en el pecho grabado con sangre los nombres de todos esos hijos desterrados que murieron en el exilio sin ver sus palmeras meciéndose en su playa ardiente”.

Tan pronto bajó del avión militar, Celia se arrodilló y besó el suelo tres veces, caminó hacia la verja que divide la isla de la base, y en una bolsita metió un puño de tierra que cogió del lado cubano.

Hoy, ese puñado de tierra descansa junto a la Reina de la Salsa, para, como ella pidió en vida: “Si un día muero sin poder regresar y pisar el suelo de una Cuba Libre, quiero que entierren ese puñito de tierra cubana conmigo”. Así fue hecho.

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