Celina y la educación igualitaria

Celina y la educación igualitaria

Elvira Lora

El 15 de septiembre de 1924 -estamos a días de conmemorar un siglo de este hito editorial-, se destaca la incansable labor de la maestra normal Celina de González en la Escuela Industrial de Señoritas de San Pedro de Macorís. Un perfil de su praxis docente redactado por Consuelo Montalvo de Frías revela los detalles del currículo progresista impulsado desde este centro educativo, beneficiando a un centenar de niñas, adolescentes y jóvenes provenientes tanto de la Ciudad Puerto como de otras provincias de la naciente región Este.

“Doña Celina de González dirige con dedicación y sensibilidad el bien organizado plantel, que ha elevado significativamente el avance cultural de las mujeres; porque, además de la instrucción académica, el refinado estilo con el que imparte educación moral logra tocar profundamente el corazón de las jóvenes estudiantes”, escribe la jefa de redacción de la revista Fémina, para ese entonces establecida en San Pedro de Macorís y guiada por su creadora, Petronila Angélica Gómez Brea.

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En el perfil de la maestra se destaca la labor educativa para niñas, adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales, estableciendo de manera única e innovadora la igualdad entre las jóvenes; ya que, para la época, existían más escuelas en los cascos urbanos y cercanas a las clases más pudientes. De hecho, la instrucción a nivel superior de las mujeres se establecía formalmente en la República Dominicana en 1881, con la apertura del Instituto para Señoritas. No obstante, acceder a este y a otros centros que se abrieron en los nacientes cascos urbanos, se convertía en un privilegio, relata Livia Veloz, en su compendio sobre el feminismo dominicano de 1977.

La educación es un objeto prioritario de los movimientos transnacionales del feminismo de la “segunda ola”, en el cual se ubica -temporalmente- el reporte de Consuelo Montalvo de Frías. Por ejemplo, el segundo objetivo de las “Bases y el plan general de organización de la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas”, escrito por Elena Arizmendi, publicado en Fémina el 15 de noviembre de 1923, se refería a la urgencia de hacer realidad este derecho.

La escuela y la educación igualitaria por la cual abogaba Montalvo de Frías señalaban la necesidad de que entre las mujeres naciera un genuino compañerismo en las aulas, pero también urgía, en aquella época de reformas, el clamor por igualdad al recibir el “pan intelectual”. La mirada editorialista estaba afincada en los principios del feminismo originario, que reivindicaba los derechos de ciudadanía y enarbolaba el derecho a la educación, esencial para empoderar a las mujeres como ciudadanas plenas.

Así, las aulas de la Escuela Industrial de Señoritas de San Pedro de Macorís, de manera valiente y desafiando las disposiciones de la época, se convirtieron en un bastión de igualdad y progreso para las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. Y es que tanto la maestra Celina, como las 20 de las cuales se reportaban, analizaban, informaban y celebraban praxis educativas igualitarias en Fémina, tenían claro que una sociedad con igualdad sería más justa, equitativa y progresista. La educación igualitaria contribuiría a una sociedad más informada y consciente.