Cementerios ricos en pobres

Cementerios ricos en pobres

SERGIO SARITA VALDEZ
La revista médica The New England Journal of Medicine, en el número 23 del volumen 358, correspondiente al 5 de junio de 2008 trae en sus páginas un valioso estudio que lleva como título “Las desigualdades socio-económicas en la salud de 22 países europeos”. El trabajo fue realizado por un grupo de investigadores encabezado por Johan P. Mackenbach del departamento de Salud Pública del Centro Médico Universitario Erasmus en Rotterdam, Holanda.

Se trata de un gran aporte para la comprensión del importante papel que juegan las condicionantes socio-económicas como factor relevante en las probabilidades de muerte de las personas. La muestra acaparó gente del norte, sur, este y oeste del viejo continente y abarcó la década de los noventa del pasado siglo y los primeros años del 2000. Evidentemente que fueron sepultados más pobres que ricos en ese lapso de tiempo. Igualmente fue notoria la alta mortalidad en las naciones del este de Europa. También salió a relucir la predominancia del alcohol, el tabaco y la poca disponibilidad de facilidades sanitarias en estos países, incluidas las naciones del Báltico.

El estado socio-económico de los individuos se midió en términos de nivel educacional, tipo de empleo e ingresos financieros. La investigación concluye apuntando hacia la necesidad de establecer políticas gubernamentales destinadas a reducir las desigualdades mediante una mejora en las oportunidades educativas, mayor equidad en la distribución de los ingresos, cambio en los hábitos relacionados con la salud y una más amplia accesibilidad de toda la población a los servicios sanitarios.

Todo parece indicar que el globalizado mundo europeo, más que redondo, luce poligonal, puesto que no rueda parejo, al menos en lo que se refiere a morbilidad y mortalidad. En la región del Caribe no se han realizado estudios similares; sin embargo, se puede apostar peso a túbano que, salvando la distancia del ancho océano Atlántico que nos separa, los bajos ingresos, la poca educación y la amplitud de los hábitos tóxicos son importantes componentes responsables de que mucha gente pase a destiempo a residir permanentemente en los camposantos. Es cierto que nadie dura para siempre, pero también es verdad que el ciclo de vida es menos amplio para los desheredados de la fortuna y de la educación. La lucha por una mejor existencia con un medio ambiente más sano y seguro para los pueblos tiene que convertirse en una de las principales metas del milenio.

Pongamos en cuarentena a la ignorancia, las enormes desigualdades sociales, el alcohol, el tabaco y las balas, dejando así de saturar los cementerios con millones de pobres.

De esa manera ahorraremos terreno para más sanos y alegres vivos.

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