Centro León: Dos años de brillantes servicios culturales a la comunidad

Centro León: Dos años de brillantes servicios culturales a la comunidad

POR MARIANNE DE TOLENTINO
En los sucesos de la vida cultural hay momentos inolvidables. Durante los preparativos que condujeron a la exposición de Théodore Chassériau, a principios de 2004, preguntaron, curiosos, en el Departamento de Dibujos del Museo del Louvre, en París: “¿A qué se parece el Centro León?” La respuesta no se hizo esperar:.”… Al Museo del Louvre”. Un silencio cortés acogió esas palabras: nadie conocía al Centro León, ni a Santiago, ni a la República Dominicana. ¡Imaginamos que hubo luego comentarios!

Meses más tarde, cuando vinieron esos mismos especialistas del primer museo del mundo, acompañando las preciosas obras del pintor francés y samanense, una de las primeras reacciones ante la calidad de la organización y las atenciones del Centro León fue el elogio siguiente, expresado entre satisfacción y asombro: “¡Tenía razón, se parece al Museo del Louvre, y en varias cosas, es hasta mejor!”.

Recordamos cómo se quedaban maravillados por todo y cada detalle, por el manejo pulcro de los dibujos, por la competencia del personal, por una museografía inmejorable… que coronó las magníficas impresiones ¿Cuál fue el resultado de una auténtica revelación? Tanto el Museo del Louvre, que prestó los dibujos, como la Biblioteca Nacional de Francia, que prestó los grabados, se mostraron dispuestos a repetir la muy grata experiencia. Ha sido un honor para Santiago, para nuestro país, y la demostración de que el Centro León no tiene nada que envidiar a  las grandes instituciones culturales del mundo.

El historial del Centro León, desde su apertura el 3 de octubre del 2003, no hizo más que confirmar los logros iniciales, y se llenarían las páginas de un voluminoso libro, con los testimonios de curadores, artistas, expertos, intelectuales, nacionales e internacionales. Sin hablar de los millares de personas, que, cotidianamente, a cualquier hora, incluyendo los fines de semana, visitan, solas o en grupo, guiadas si lo desean, las salas de exhibición y de consultas. Un hecho insólito pero innegable es que el Centro León puede contribuir a cambiar los hábitos de frecuentación de los museos en la República Dominicana. Así mismo alcanza niveles insospechados la asistencia a las más diversas ofertas culturales y espectáculos –que piden pensar–, de martes a domingo.

Tanto como el extraordinario programa de actividades, desarrollado casi diariamente por el Centro León por la tarde y/o  por la noche, al cual nos vamos a referir, creemos fundamental destacar logros institucionales jamás obtenidos en la República Dominicana, unos firmemente establecidos, otros que están empezando y extienden el aura de la cultura dominicana en la región, en la nación, en el extranjero.

En primer lugar, nunca, salvo muy raras excepciones, ha habido aquí exposiciones de la envergadura de aquellas presentadas por el Centro León, fuera de las bienales y del propio concurso de arte E. León Jimenes, por su dimensión, por la concepción del evento, la cantidad y la calidad de obras, gracias a una curaduría estricta y profesional, y sobre todo por el manejo y presentación de cada una de las muestras temporales y de las colecciones permanentes.

No nos sorprende el reconocimiento otorgado por el Consejo Internacional de Museos. Las museografías/escenografías son estupendas, envolviendo al espectador en un ambiente nuevo, transportándole en la realidad interior de la temática desplegada. Ese fenómeno sucedió siempre, en las exposiciones individuales y antológicas –Chassériau, Granell, Max Pou, Domingo Batista–, totalmente distintas, aunque parecidas en filosofía, originalidad y belleza, sin excederse en la vistosidad.

Igual observación cabe para la colectiva sociológica “Que no me quiten lo pintao”, seria, apasionante y divertida, que enlazó lo visual –dotado de una vitalidad chispeante con muy buenas obras– con lo musical patrimonial –el merengue–, una sinestesia que tampoco se practica entre nosotros. Además se enmarcó en el Primer Congreso de Música, Identidad y Cultura en el Caribe, que fue un acontecimiento triunfal en sus diferentes aspectos y demostró el interés de un público masivo por las conferencias y mesas redondas sobre temas especializados.

Es incuestionable que el Centro León, con su calidad de gestión y organización planificada, luego con su auditorium y sus facilidades tecnológicas, aparte de las atenciones que brinda a los participantes, se presta especialmente para los grandes encuentros nacionales e internacionales. Los invitados al congreso hubieran querido que la exposición se trasladara a varios destinos del exterior… pero más razonablemente “Los códigos visuales del merengue” viajaron recientemente, al Museo Bellapart. –en la nueva ala del museo con una museografía diferente– y fortalecieron el precedente de la exposición itinerante, de Santiago a Santo Domingo, después de Théodore Chassériau en el 2004.

El Centro León, en sus exposiciones sucesivas, editó folletos informativos, esenciales –obsequiados- y catálogos –que constituyen verdaderos documentos para la consulta–. Esa labor modelo de publicación, que también abarca otros campos del arte y ahora incluye la botánica en el libro “Paseo por los jardines”, forma parte de la índole de servicio público de la institución. Hoy en día, las visitas no bastan. En esos dos años de funcionamiento, hemos disfrutado una animación, que corresponde a una doble misión, de educación y de recreación. No se trata allí solamente de acompañar la visita, sino de ofrecer “pasatiempos”, actividades y puntos de encuentro, que tienen su valor propio. 

Hemos de subrayar el nivel y la periodicidad de las charlas, los conciertos, las proyecciones de cine, las puestas en circulación, las jornadas –como la de arte público– y otros eventos, entre los cuales se piensa mucho en los niños y su desarrollo –atender un taller del Centro León es un verdadero placer–. Todos los dominicanos –que poseen internet– reciben una información completa sonre los programas del mes… y simplemente millares de interesados –no santiagueros– lamentan que Santiago esté tan (relativamente) distante de la capital y de otras ciudades del país…

El estudioso e investigador dispone de una Mediateca, única en el país por su avance tecnológico y sujeto de orgullo del Centro León que ha ido perfeccionando sus servicios.. En cuanto al visitante común, él no resiste a las propuestas de una tienda –exquisitamente surtida–, y de una cafetería muy agradable –frecuentada por una cantidad impresionante de comensales–. El Centro León ha sabido recibir a su “clientela” cultural y no ha descuidado su bienestar psicológico, mientras permanece en el recinto o, si dispone de tiempo, pasea por los jardines y su vegetación, también en evolución ascendente.

El Centro León, cuyos atractivos comienzan desde el acceso al edificio y la calificación de un personal –afable y competente–,  ha mantenido y elevado aun su vocación altruista durante esos dos años de vida, poniendo en práctica ua política de servicio público a la comunidad… que parte de una institución privada. Su acción local se ha vuelto regional y hasta internacional, por la reputación de la cual goza, y concretamente por la presentación de la exposición de fotografía dominicana en Valencia, en su instituto más preciado. “Reinvenciones”, fotografía dominicana post dictadura, no es más que el inicio de una trayectoria brillante y prometida a un futuro sin límites, si no fuera por los medios y los recursos, ejemplarmente administrados como los demás elementos de gestión.

Creemos justo, sin que sea el consabido ditirambo, expresar vivas y sinceras felicitaciones a todo el “equipo” del Centro, desde don José León Asencio y su bondad inconmensrurable, la dedicada presidenta de la Fundación, Lidia León,  los encargados de departamentos, investigadores y técnicos, dejando por último –“the last but not the least”– a su director general y responsable mayor, Rafael Emilio Yunén, que se ha entregado al Centro, como se entra en religión.

Muy atinadamente –el Centro León todavía no había abierto– el presitigioso director del Museo del Quai Branly, Germain Viatte, escribió a Rafael Emilio Yunén: “Es un placer de ver que, en  el corazón del Caribe, en su vertiente de lengua española, una institución como la suya, podrá jugar un papel central para revelar la cultura tan rica y tan antigua de su país e inscribirla en un contexto de relaciones mucho más amplio”. Dos años flamantes han demostrado esta exacta y premonitoria visión de un éxito anunciado.

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