Cercanías agudizadas

Cercanías agudizadas

El recurso del aislamiento de personas demostradamente contagiadas por el coronavirus o bajo observación preventiva por trato cercano con enfermos (que en el país se cumple actualmente con 5,396 confinados en sus hogares) no procede como opción para muchos núcleos poblacionales de pobreza extrema. Familias de numerosos miembros situadas en ciudades grandes alojadas entre paredes de privacidades irreales. Guardar distancia y preservar higiene no es viable para salvarse de enfermedades transmisibles bajo el elevado y bien conocido déficit habitacional. La búsqueda a gran escala de muestras para conocer la magnitud correcta del mal en la población podría descubrir una perspectiva de mayor alarma por la pandemia.
Para la posibilidad de que la forma de vivir piel con piel, encerrados en ambientes precarios, sin agua corriente y estrechez para todo, el Sistema Sanitario tendría que expandir con rapidez su disponibilidad de instalaciones y equipos para separar rápidamente a portadores de la Covid-19 en una medida que podría resultar mayor a lo previsto hasta ahora. Unos primeros sondeos independientes han encendido alarmas. Las autoridades no han sido ajenas al potencial expansivo que muestra la enfermedad y procuran regularmente reservar recursos para futuro. Sin embargo. no está de más referirse a una posible agudización del problema ante indicios de que se sumarían focos importantes.

Transición irrespirable

En vez de fuegos artificiales, bombos y platillos para recibir nuevas administraciones municipales, lo que abunda son humos intoxicantes por llamas sospechosas, casi simultáneas en vertederos a cielo abierto. La municipalidad, conectada a la histórica incapacidad de manejar el problema de la basura que estigmatiza al país, optó por hedores que el pueblo maldice y sustituyó el tradicional intercambio de luces de colores típico de júbilos sociales por un cruce de diatribas y acusaciones. El ruido emponzoñado que busca culpables se queda en la superficie de las alevosías y amarguras por derrotas electorales. Actos de despecho de los malintencionados que nunca han faltado. Pero bajo esa probable villanía de hoy queda tapado como candelita de basurero el fracaso fundamental de no haberse hecho nada antes por cerrar la existencia de muladares públicos.

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