Cerebro femenino y masculino

Cerebro femenino y masculino

JOSÉ SILIÉ RUIZ
En el pasado «conversatorio», tocamos el tema del cerebro femenino, explicamos las diferencias en las áreas del lenguaje, los recuerdos, las percepciones de las actitudes, la memoria y la capacidad de socializar, que están más desarrolladas en los cerebros de las damas.

Los hombres en cambio, tenemos mayor desarrollo, unas dos veces y media más de espacio neuronal en nuestros cerebros, en el área dedicada al impulso sexual, al igual que los centros para la acción y la agresividad están más desarrollados en el varón. Los pensamientos sexuales flotan en el cerebro masculino muchas veces al día por término medio; pero en de la mujer sólo un vez al día, quizás tres o cuatro veces como máximo en sus días más febriles.

Esa aseveración es de la Dra. Lowann Brizendine, en su última obra, «El cerebro femenino», lo que amerita comentarios especiales. Si todo es cierto, al hombre se le pudiera clasificar (máxime al tropical) en algunos casos de «hipersexual» y muchas veces en la búsqueda de esa satisfacción instintiva primaria, se comenten errores y hasta se adquieren enfermedades sexuales hoy mortales. Algo que por igual nos explicaría esa aseveración de esa diferencia cerebral, es que la mujer para el pleno disfrute de la sexualidad, necesita de «condiciones» especiales, pero que el hombre por esa primariedad biológica demostrada, obviamos, y muchas veces con descortesía, agresividad y poca elegancia, no damos el adecuado trato a las damas de nuestros afectos.

Esa diferencia cerebral explicaría por igual por qué la mujer al paso de los años disminuye notablemente su disposición a la participación sexual, de la que antes se culpaba únicamente a la esfera hormonal (menopausia), hoy sabemos que es que hay un área cerebral más pequeña destinada a esos «asuntos» del amor y el sexo en la mujer. Es una queja común en las ya «impasibles» compañeras de nuestros pacientes de la «tercera edad», que aún ellos con enfermedades invalidantes, tales como, Alzheimer, derrames (ACV), etc., las requieren con «insinuaciones», lo que confirma que en verdad son reflejos de nuestra herencia animal y de que tenemos en el cerebro un área dos veces y media mayor en tamaño para esos propósitos «afectivos», y que siguen ambas «activas» en muchos hombres, aún al paso inexorable de los años.

Las «amígdalas» cerebrales, situadas en la profundidad de nuestros cerebros, representan la «bestia» salvaje que llevamos dentro: núcleo de los instintos, domada solamente por la corteza prefrontal, son estas «almendras» mayores en los cerebros de los varones. Penosamente tenemos los hombres, mayor número de procesadores en los núcleos profundos del área más primitiva del órgano rey, las amígdalas, que registran el miedo y nos disparan para la agresión. Sobran los ejemplos de que el hombre puede pasar de cero, a una lucha mortal, mientras que, muchas mujeres intentarán evitar el conflicto por todos los medios. No sin razón habíamos mencionado el pasado domingo, que la corteza prefrontal cerebral, que controla estas «ciruelas» hipotalámicas, era mayor en las damas.

Hay otra gran diferencia, en el cerebro femenino y masculino, sabemos que los niveles de estrógeno en las muchachas aumentan en la pubertad y disparan interruptores de sus cerebros para el hablar más, interactuar con sus pares, pensar más en los chicos, cuidar más su aspecto físico, ponerse tensas y emotivas. Están impulsadas por el anhelo de relacionarse con otros chicos y chicas. Su aflujo de dopamina y oxitocina (hormonas de la socialización), las hace hablar mucho y tratar de comunicarse, las mantiene motivadas a integrarse y a buscar esos lazos íntimos. Lo que no saben ellas, es que esta es su realidad específica para ser muchachas. La mayoría de los chicos no comparten este deseo intenso de comunicación verbal y por eso cuando las chicas tratan de que los varoncitos sean atentos a sus coloquios sufren generalmente una decepción: él está «aburrido», y prefiere volver a su videojuego, a la actividad en la que estén imbuidos, o al aislamiento internauta.

Esa diferencia cerebral, puede ser también el meollo de la principal decepción que las mujeres sienten durante toda su vida con sus parejas: al marido no le gusta el trato social y no soporta largas conversaciones, corta todo diálogo, en ocasiones es monosilábico, pero no es culpa suya, es de su cerebro y sus hormonas. Las aportaciones testiculares de testosterona (hormona masculina), inundan los cerebros de los chicos y ésta hace disminuir la acción de conversar, así como el interés por el trato social, excepto cuando implica retos, deportes o seguimiento sexual. Este comportamiento es más común en los adolescentes varones, el aislamiento es usual, se convierten en taciturnos, con «prioridades sexuales» muy diferentes a las de las chicas. Otra de las discrepancias, es en el territorio occipital, área de la visón. El hombre tiene mayor celularidad en dicho territorio posterior, lo que hace que tengamos mayor profundidad de visión y más amplitud de campo visual, ésta sería la explicación de por qué tenemos menos accidentes menores al volante, los mayores, tienen otras implicaciones.

Nuestros cerebros son diferentes, no se puede negar, las damas tienen mayor agilidad mental, más habilidad para involucrarse en la amistad, capacidad casi «mágica» para leer las caras y valorar los sentimientos. Nosotros tenemos otros talentos configurados en nuestra propia realidad biológica y hormonal, por el contrario somos más agresivos y violentos, menos comunicativos verbales, más confiados, más dados a la acción y a la competencia por lugares protagónicos. Esa realidad de nuestros cerebros nos gobierna, y como ambos somos «inteligentes», buscar enfatizar los puntos coincidentes es sencillamente actuar con «sabiduría», respetando nuestras diferencias.

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