Cerebros cementados

Cerebros cementados

LEO BEATO
A John F. Kennedy lo asesinaron un 22 de noviembre en Daley Plaza, Dallas, Texas, hace exactamente 41 años. Los documentos sobre el caso continúan «altamente clasificados» por rezones de seguridad nacional. No las puede ver nadie pues estos records, incluyendo a la autopsia del cadáver, se encuentran literalmente secuestrados en El Archivo General de la Nación de Washington, D.C. Sin embargo, la Comisión Warren, la encargada de investigar el caso declaró: «Este es un caso concluido, al Presidente lo asesinó Lee Harvey Oswald por la espalda con un rifle marca Calcagno».

Aparentemente este joven entrenado por los servicios de inteligencia llevó a cabo la proeza del siglo: disparo tres veces, desde atrás y desde arriba, con un viejo rifle destartalado y en menos de cuatro segundos dio tres veces en el blanco. Tanta precisión y la insistente desconfianza del gobierno de no entregar al público las evidencias del caso apabulla al mas ingenuo de los ciudadanos.

De los siete miembros de la Comision Warren el que aún se encuentra vivito y coleando es Gerald Ford, el único presidente en la historia de los EE.UU. que no fue electo por el pueblo (fue designado por el Congreso ante el vacío de poder causado por la renuncia de Richard Nixon). De acuerdo con Prensa Asociada (Associated Press) Gerald Ford ha admitido que él editó personalmente algunas de las palabras originales de la transcripción oficial para hacer la descripción mas «inteligible». Originalmente se leía: «La bala penetró por la espalda del Presidente a dos o tres pulgadas a la derecha de la espina dorsal». Ford reformó la frase para hacerla mas comprensible y la cambió por la siguiente: «La bala penetró por el área cervical del Presidente». Esta pequeña «clarificación» admitida por Gerald Ford, el único sobreviviente de la Comisión, no tuviera ninguna significación si la mencionada Comisión no hubiera basado su reporte en esta última versión donde se sustenta la teoría de la llamada «bala mágica» que penetró por el cuello del presidente y procedió a incrustarse en el costado del Gobernador de Texas, John Connally, infringiéndole dos heridas de gravedad, para terminar en el suelo del automóvil presidencial donde fue luego localizada casi intacta. En otras palabras, que esa bala, la tercera disparada supuestamente por Oswald en ráfagas de segundos con un fusil que apenas funcionaba, fue la que finalmente ultimó a JFK e hirió casi de muerte a John Connally a la sazón gobernador de Texas. Posteriormente a esta versión el Comite sobre Asesinatos de la Cámara de Representantes declaró que el magnicidio fue «resultado directo de fuego cruzado» (disparos tanto por el frente -grassy knoll- como por la espalda- la librería donde supuestamente se encontraba Oswald). Además la investigación de la Cámara de Representantes  estableció lo siguiente: «probablemente el crimen fue resultado de una conspiración». Un hecho increíble fue el análisis del intercambio radial entre el jefe de la policía de Dallas Norman F. Ramsey y el sheriff Bill Decker fracciones de segundos antes de que se escucharan los disparos provenientes de la parte derecha y del frente (grassy knoll-elevación verde). Se escucha al jefe de la policía de Dallas ordenando que salieran de emergencia hacia el hospital mas cercano inmediatamente antes de que el presidente fuera impactado. Todo parecía estar previamente calculado como en la crónica de un crimen anunciado. Solamente cerebros cementados que han perdido la capacidad de dicernir pueden aún seguir tragándose la historia oficial del asesinato del Presidente John Fitgerald Kennedy. Mientras tanto 120 personas vinculadas al suceso han muerto en circunstancias misteriosas. Bien me lo dijo su hermano Robert antes de morir: «El asesinato de Jack fue producto de una enorme conspiración». No se dio cuenta, aunque sí llegó muchas veces a sospecharlo, que él también iba a ser víctima de los mismos cerebros cementados que asesinaron a su hermano cuyas palabras aún las estamos escuchando: «El mayor enemigo de la verdad no es la mentira despiadada sino el mito persistente y tenaz».

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