Cerebros de coliflor

Cerebros de coliflor

Se ha dicho mil veces que el cerebro parece una coliflor; también lo han comparado con un repollo. He visto una caricatura en la que aparece un auditorio lleno de hombres con la cabeza en forma de repollo; frente a ellos, desde un podio, un orador les endilga un discurso tonto, apropiado para tantas cabezas-de-repollo, incapaces de razonar nada. Cualquier cosa que se diga hoy, con un maestro de ceremonias, a través de un micrófono, encuentra gentes dispuestas a escuchar y, lo que es peor, a convertirse en seguidores o adeptos de la doctrina, moda, creencia, filosofía, que pregone el organizador del acto.
Todas las actividades públicas crean actualmente “followers”, “fans”, partidarios, que defienden a brazo partido las directrices de sus líderes, capitanes o capataces. Deportes minoritarios, diversas modalidades de ejercicios físicos, doctrinas religiosas, bailes propios de países lejanos, terminan formando clubes, logias, fraternidades, en las cuales viven alojados los “followers” o seguidores entusiastas. El cerebro es un órgano maravilloso, dotado de funciones que asombran a psicólogos y neurólogos; también a los estudiosos del tejido cerebral. Los expertos en la conducta humana, los investigadores de los “procesos cognoscitivos”, se inclinan, reverentes, ante la complejidad y las “facultades” del cerebro y de los nervios craneales.
¿Cómo se atreven esos sociólogos, periodistas y caricaturistas sarcásticos, a comparar el cerebro con repollos y coliflores? Los anatomistas, histólogos, neurólogos, fisiólogos, ven el cerebro desde puntos de vista estrictamente científicos. El periodista, el escritor, el sociólogo, examinan la realidad desde otros supuestos y para otros fines, diferentes de los del neurólogo y el anatomista. ¿Cómo explicar la estupidez humana sin tomar en cuenta la aguda inteligencia o la genialidad de ciertos hombres? Las analogías vegetales, en estos casos, parecerían inapropiadas o injustas.
Se dice continuamente: eso “me importa un pepino”; o esto es “más desabrido que una tayota”. Son frases despectivas “montadas” sobre vegetales. Sin embargo, coliflores y repollos encajan bien con la ramplonería general vigente en el mundo, que es imposible desconectar de las funciones cerebrales. La política, la economía, podrían estar dirigidas por repollos y coliflores respectivamente. No así la computación, la exploración espacial, la física cuántica. El hombre tiene anverso y reverso; es una coliflor sumamente creadora.

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