POR LAURA CAMINERO
En la antigua Grecia fueron reconocidas las propiedades purificantes de este pequeño fruto. Rica en minerales (hierro, potasio y calcio), y fuente importante de vitamina C y bioflavonoides, la cereza tiene un gran poder antioxidante. Además, posee ácido elágico, un inhibidor de la producción de células cancerígenas.

Se trata, en definitiva, de una excelente fruta para fortalecer el corazón, el cerebro y las defensas del organismo, además de prevenir la acidez y reducir los niveles de ácido úrico (responsable de los ataques de gota o epilepsia).

Pero no acaban ahí las bondades de la cereza, pues si es de gran ayuda para combatir los estados depresivos, no lo es menos como afrodisíaco, gracias a las dosis de vitamina B que aporta.

Un estudio realizado con dieciocho adultos reveló que las cerezas pueden protegernos contra las enfermedades de las arterias. Las personas que comieron 2 1/3 tazas diarias de estas frutas por cuatro semanas mostraron que los niveles de la proteína C-reactiva, que afecta las arterias había disminuído en un 25%.

La cereza es rica en hidratos de carbono, sobre todo fructosa, si bien su valor calórico es moderado respecto de otras frutas. Aporta cantidades significativas de fibra, que mejora el tránsito intestinal. En lo que se refiere a su contenido de vitaminas, están presentes en pequeñas cantidades la provitamina A y la vitamina C.

Tiene cantidades importantes de potasio y en menor proporción, magnesio y calcio, este último de peor aprovechamiento que el que procede de los lácteos u otros alimentos, que son buena fuente de dicho mineral. El potasio, es un mineral necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso y para la actividad muscular normal, interviene en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula.