Certeza de causa de muerte legal

Certeza de causa de muerte legal

SERGIO SARITA VALDEZ
Unas dos décadas atrás, en una tarde veraniega caminábamos por la acera de una de las calles laterales a Plaza Naco, en la cercanía del ahora denominado Hotel Clarión de Santo Domingo. De repente, alguien que viajaba en el asiento trasero de un lujoso carro hizo detener el vehículo y bajando el vidrio de una de las puertas del coche, se dirigió a nuestra persona de la manera siguiente: «Doctor Sarita, le admiro por la coherencia de sus posiciones públicas».

Le di las gracias por ese gesto espontáneo y solidario en aquel momento. Se trataba nada más y nada menos que del entonces empresario de la radio, señor Rafael Corporán De Los Santos.

Confieso el agrado que me causó aquella fortuita opinión de un conocido profesional de los medios de comunicación, a quien no había tenido el gusto de tratar personalmente. Sin embargo, al hacer conciencia del efecto que sobre la opinión general puedan tener los juicios o planteamientos que se hacen a través de la televisión, la radio, la prensa escrita y la Internet, me dediqué a revisar los fundamentos en los que el perito médico-forense basa sus conclusiones luego de un peritaje médicolegal. Por ello he considerado prudente tratar el tema de la categorización de la veracidad de los diagnósticos a los que se arriba luego de una autopsia forense.

Se entiende por causa de muerte la lesión, trauma físico, químico, biológico, o enfermedad, iniciador de una serie de trastornos fisiológicos que en un orden secuencial conducen irreversiblemente al deceso de un ser humano. Insisto en la expresión iniciador porque de lo que se trata es de establecer fuera de toda duda médica razonable en que consistió la causa básica inicial que alteró la salud del individuo para fatalmente conducirlo a un fallecimiento.

Es preciso señalar que uno de los objetivos fundamentales por los que se realiza una necropsia legal es el de determinar la causa básica de defunción. Los doctores Werner U. Spitz y Russell S. Fisher, en su tratado de Investigación Médicolegal de la Muerte, apoyándose en los trabajos de otro afamado patólogo forense, el doctor Lester Adelson, clasificaron los grados de certeza diagnóstica que tiene el forense cuando interpreta los hallazgos cadavéricos. Ellos reconocen cuatro niveles categóricos. El nivel de mayor seguridad o certeza médica es la categoría 1. Decimos haber encontrado una categoría máxima de causa de muerte cuando las alteraciones anatómicas o estructurales descubiertas no son compatibles con la vida. En otras palabras, no se conoce una persona que con semejante daño haya seguido viviendo. Un ejemplo de ello es la presencia de una dilatación con rotura de la arteria aorta, llamado aneurisma aórtico roto con hemorragia interna masiva. Nadie puede, sin una intervención quirúrgica salvadora inmediata sobrevivir a semejante catástrofe patológica. Igual ejemplo lo constituye la presencia de un acumulo repentino de sangre dentro del saco que envuelve al corazón, llamado hemopericardio, seguido de taponamiento cardíaco, producto de una o varias laceraciones acaecidas en ese órgano noble. En la misma categorización recaen los casos de hemorragia intracerebral masiva y de tromboembolismo bloqueador del tronco de la arteria pulmonar.

En la segunda categoría encontramos causas de muerte tales como una pulmonía, un infarto cardíaco por arteriosclerosis coronaria, o una apendicitis complicada con una peritonitis. No habiendo otras alteraciones patológicas de relevancia entendemos haber dado con la causa básica del deceso. La fuerza de la certidumbre de la categoría dos es menor que la de uno debido a que hay pacientes que han tenido infartos del miocardio, pneumonías y abscesos apendiculares sin que hayan fallecido en lo inmediato y los hay que incluso se han recuperado.

La tercera categoría requiere, aparte de la autopsia, de información amnanésica del paciente, es decir, datos clínicos acerca de enfermedades o dolencias previas al percance fatal. Por ejemplo, una persona muere súbitamente y se realiza la necropsia no arrojando una lesión anatómica inmediata de reconocida relevancia que explique el fallecimiento. El historial de que el occiso padecía de epilepsia, hipotiroidismo, o de insuficiencia adrenal, nos lleva a realizar análisis de laboratorio que ayuden a corroborar la tesis de una muerte por una de esas causas que generalmente producen alteraciones anatómicas muy tenues e inespecíficas.

La cuarta categoría es aquella en que aún después de realizar una minuciosa necropsia médicolegal, la misma no arroja resultados anatómicos satisfactorios que expliquen fuera de toda duda médica razonable la afección responsable del fallecimiento. Un ejemplo clásico es el Bangungut, o mal de las pesadillas, misteriosa afección que se ve en las Islas Filipinas, en donde la víctima, después de una cena familiar a base de pescado, se acuesta cerca de la medianoche para luego despertar en medio de una enorme pesadilla de la cual no se recupera y muere. La necropsia no muestra hallazgo específico alguno. Tampoco se observan señales de trauma ni de ningún tipo de tóxico.

Como puede derivarse el patólogo forense identifica y documenta las lesiones presentes en el cadáver, realiza los estudios complementarios de lugar y después hace su informe. El resumen debe contener los argumentos de su interpretación científica. Las conclusiones deben ser concretas expresadas en términos breves, explícitos y sin ambigüedad.

Basando en evidencias las interpretaciones de nuestras labores médicolegales, profesionales, publicas y privadas contribuimos a darle coherencia a nuestra conducta.

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