Certeza política e incertidumbre económico-social

Certeza política e incertidumbre económico-social

“¿Cómo se vive en una época de desconcierto cuando los relatos antiguos se han desmoronado y todavía no ha surgido un relato nuevo que los sustituya?” (Y.N.Harari, Debate, 2018, p. 283). Esta formulación de Harari me parece muy apropiada para caracterizar este presente nuestro. Creo que efectivamente la “incertidumbre” es el rasgo sobresaliente de nuestro tiempo. En palabras de Alarcos, (2013, p. 7):“Nuestro siglo XXI se ha iniciado, y parece que se mantendrá sin saber cuánto tiempo, como el siglo de la “incertidumbre”. Ciertamente, parece que en el mundo hemos pasado de una situación en la que un sentido común mayoritario generaba una sensación dominante de normalidad explicativa a otra caracterizada por el predominio del desconcierto acompañado de la aceptación de éste como normalidad.
La democracia que a partir de la década de los 80 parece haberse instalado como una certeza básica con respecto al ordenamiento socio-político deseable de nuestras sociedades latinoamericanas se ha convertido en una aspiración “realizada “aunque siempre mejorable de los sectores más diversos. Este acuerdo básico ha permitido a buena parte de los países de la región tener “resuelta”, no sin tensiones, la cuestión política aunque no así la cuestión económico-social. Así las cosas, “democracia con mejoría de la pobreza y la desigualdad” parece ser la combinación que debe extenderse por los países de la región. La democracia política parece ser una “certeza” asumida, mientras la “incertidumbre” en el ámbito económico-social nos demanda insistir en la ampliación del crecimiento y la distribución como las prácticas que incrementan la inclusión.
Sn embargo, sería poco serio no reconocer que según los datos disponibles, con diferencias, la economía de parte de los países de la región se ha transformado para bien. Las clases medias se han expandido y en no pocos casos ha habido una reducción importante de la pobreza. A pesar de ello, el lastre de la pobreza-exclusión al lado de una opulencia indecente continúa siendo parte importante del paisaje social latinoamericano y caribeño. La posibilidad de superación de esta realidad demanda la disposición a pensarla desde otros puntos de vista, por fuera de las lógicas socialmente dominantes que aprisionan las posibilidades de aproximaciones explicativas nuevas por una suerte de endurecimiento mental que nos fija en lo que ya existe.
Dicho con Boaventura de Sousa Santos, se trata de democratizar pensando desde lo que él llama una epistemología del Sur que implica “el despensamiento de la naturalización del capitalismo”, que: “Consiste en sustraer vastos campos de actividad económica a la valorización del capital (la ley del valor): economía social, comunitaria y popular, cooperativas….Significa sobre todo impedir que la economía de mercado extienda su ámbito hasta transformar la sociedad en una sociedad de mercado (donde todo se compra y todo se vende, incluyendo valores éticos y opciones políticas), como está sucediendo en las democracias del Estado de mercado. Significa, además, dar credibilidad a nuevos conceptos de fertilidad de la tierra y de productividad de los hombres y de las mujeres que no colisionan con los ciclos vitales de la Madre Tierra: vivir bien a la vez que vivir siempre mejor”. (de Sousa Santos, 2010, p. 158-159).
Probablemente, la construcción de “respuestas nuevas” a problemas viejos y nuevos demanda un pensar que articule elementos que aparecen como excluyentes. Quizás sea necesario ampliar aún más la capacidad de conjuntar elementos de la lógica del mercado con aquellos de la lógica de la solidaridad que cooperan a hacer una sociedad más incluyente. Se podría así articular más satisfactoriamente la certeza política con menos exclusión económico-social de manera que nos permita aminorar en este ámbito los niveles de incertidumbre. Excúsenme la insistencia.

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