Cerveza en copa y
platos a la cerveza

Cerveza en copa y<BR>platos a la cerveza

Cuando se bebe  “a pico de  botella” se pierde el 99% de las virtudes de esta bebida. Es estéticamente horroroso, si no lo creen, mírense al espejo cuando lo hagan y verán qué bonitos quedan    

POR CAIUS APICIUS
MADRID, EFE.- Es, nos cuentan quienes saben, la bebida alcohólica más antigua del mundo; también es, hoy por hoy y de largo, la más consumida en el planeta. Hablamos de la cerveza, ese agradable resultado de la fermentación de determinados cereales, la cebada en especial.

Nació, como tantas otras cosas, en Oriente Medio. Los pueblos de la antigua Mesopotamia la conocieron y disfrutaron, así como los egipcios, muy aficionados a ella. El historiador griego Heródoto contó que en la Gran Pirámide había una inscripción en la que se detallaba la cantidad de cerveza -y de cebollas y lentejas- consumida por sus constructores; lamentablemente, él no nos dio la cifra y la inscripción desapareció hace mucho tiempo.

Pero esa cerveza, como las consumidas en toda Europa en tiempos muy antiguos, no era como la actual: hubo que esperar hasta el siglo XIII, que fue cuando a alguien, tal vez un monje belga, se le ocurrió incorporar lúpulo a la cebada fermentada, aportando así ese toque amargo que hoy caracteriza a una buena cerveza.

Cuando bebemos una cerveza estamos bebiendo milenios de historia. Por eso es una pena que no la tratemos bien… y la verdad es que la tratamos, en general, bastante mal, empezando por cómo y dónde la bebemos.

A un español, o a un estadounidense, le gusta la cerveza muy fría, casi helada. Es, ciertamente, muy agradable en verano: refresca mucho, entre el frío y el amargor. Pero con el frío excesivo perdemos multitud de matices aromáticos. Fría, sí; helada, jamás. Y siempre, siempre, con corona de espuma: servir una cerveza sin espuma es como cortarle la cabeza.

Eso, respecto al “cómo”. Lo del “dónde” tiene, si cabe, más delito todavía. Beber una cerveza directamente de la botella es perderse el noventa y nueve por ciento de sus virtudes, además de que beber ‘a morro’ quede estéticamente horroroso; si no lo creen, mírense al espejo cuando lo hagan y verán qué bonitos quedan.

Hay recipientes inadecuados, pero que a veces no queda más remedio que soportar, como el típico vasito de plástico de la oficina: sabe a plástico. O el vaso largo y estrecho, de ‘highball’, el llamado vaso ‘tubo’: la cerveza, o lo que quiera que contenga, está constreñida, oprimida; el recorrido es largo, el vaso de lo más incómodo, acaba tropezando siempre en las narices…

Vaso, pues, pero de cristal. O de vidrio, si no queda más. Jarra, también de vidrio o de cerámica. Lo ideal, lo perfecto, sería una copa de cabida suficiente, amplia de cáliz, de cristal fino, con un pie lo suficientemente largo, sin exagerar, para que la mano no entre en contacto con el cáliz y caliente en exceso la cerveza.

Una buena cerveza servida así puede acompañar perfectamente un plato hecho con cerveza. Esta versión casera de la carbonada flamenca, por ejemplo.

Háganse con un kilo de carne magra de res; puede ser buey, vaca o ternera. Córtenla en dados gruesos, salpimiéntenla y dórenla en una cazuela con un chorrito de aceite de oliva. La versión belga usa manteca de cerdo, pero es mejor el aceite.

 Cuando tome color, echen a la cazuela dos cebollas picadas finas, un diente de ajo entero y una hojita de laurel, y rehoguen todo unos cinco minutos. Añadan entonces un tomate, pelado y sin semillas, cortado en daditos; rehoguen un poco más e incorporen una cucharadita de paprika o pimentón, mejor agridulce o, si no, mezcla de dulce y picante.

Echen ahora una botella de un tercio de litro de cerveza, tapen la cazuela y dejen que su contenido cueza hasta que la carne esté tierna. Retiren la carne, pasen la salsa por el chino, vuelvan a unirla a la carne y calienten todo bien antes de servirlo. Pueden usar como guarnición unas papitas fritas, arroz blanco o pasta de formato pequeño o mediano.

Y entenderán por qué en el Código de Hammurabí, de unos 3.700 años de antigüedad, ya se habla de la ‘cerveza que se come’.-

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