César Dargam: Un recordado ciudadano de autética vocación de servicio y dedicación

César Dargam: Un recordado ciudadano de autética vocación de servicio y dedicación

POR ÁNGELA PEÑA
Un inmenso álbum de cuantiosas páginas fue insuficiente para preservar las cartas, los telegramas, recortes de periódicos, tarjetas y notas manuscritas que recibió la familia del doctor César Dargam Hane cuando la muerte, súbita, lo arrancó de la vida mientras participaba de una reunión rotaria, a los sesenta y nueve años. Tantas expresiones de pésame entre las que figuran alrededor de ciento cincuenta mensajes acompañando igual número de coronas de flores, fueron la manifestación de dolor de un pueblo que le siguió por años en las aulas, el Alma Mater, el puerto, los aeropuertos, el Benemérito Cuerpo de Bomberos, las logias o el estadio de béisbol donde prestaba sus servicios como médico, en algunos casos de forma honorífica.

Hiperactivo en sus diversas posiciones con las que cumplió invariable hasta el último día de su paso por la tierra, muchos lo recordaron recorriendo las calles de Santo Domingo en bicicleta para llegar al muelle en la madrugada. Posteriormente, un Chevrolet Bel Air le acompañó en su diario trajinar para colocarse la toga y el birrete de maestro de ceremonia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, lucir la nítida bata blanca del médico en su oficina del aeropuerto o llevar la indumentaria deportiva del ferviente liceísta compadre de Guayubín Olivo que pese a esas simpatías beisbolísticas debió atender sin fanatismos a peloteros de todos los equipos que se accidentaban en el terreno de juego.

César Dargam, honrado con una transitada calle de El Vergel, nació en Santo Domingo el siete de marzo de 1908, hijo de José Dargam y Matilde Hane de Dargam, reconocidos libaneses que se dedicaron al comercio en la calle Del Conde con su afamada tienda de tejidos El Pajuil, de la que provino el cariñoso sobrenombre de «pajuilitos» conque la comunidad bautizó a la prole.

Huérfano de madre a los once años, Dargam debió trabajar muy joven para ayudar al padre con el sustento familiar. Era apenas un adolescente cuando entró a trabajar en la Universidad de Santo Domingo como mensajero en mayo de 1926. La academia fue una especie de extensión de su hogar. Allí quedó como «Prosector» del Instituto Anatómico de la facultad de medicina desde un año antes de graduarse como médico el diez de octubre de 1932, sería Profesor Honorífico de Ciencias Médicas y jefe de protocolo y Maestro de Ceremonia que recibió embajadores, dignatarios, científicos, distinguidos académicos, y acompañó con sus mejores galas y elocuentes palabras de presentación a todas las promociones de profesionales que se sucedieron en la casa de estudios hasta el treinta de marzo de 1977, cuando se despidió del mundo tras sufrir un derrame cerebral. Estuvo en la UASD cincuenta y dos años ininterrumpidos.

Fervoroso altagraciano, devoto católico, ofreció inapreciable servicio social a los enfermos del hospital padre Billini, donde hizo pasantía, y a pacientes del Leprocomio desde 1938 cuando se desempeñó como Oficial Mayor de la Secretaría de Salud Pública en la que fue, además, Jefe Marítimo y Aéreo.

Jovial, sociable, servicial hasta el extremo de interrumpir el necesario sueño de sus noches y siestas sin ningún resabio cuando algún paciente lo reclamaba en su residencia, Dargam fue también teniente coronel honorífico, director del Cuerpo Médico y Mayor Jefe Médico del Benemérito Cuerpo de Bomberos Civiles, Médico de la Dirección General de Deportes y de la Liga Dominicana de Beisbol Profesional, fundador de la Asociación Médica Dominicana y de la Academia Dominicana de Medicina, anestesista, por más de veinte años, de la clínica Elmúdesi, miembro Benemérito de la Masonería y Vitalicio del Cuerpo de Dignatarios del Supremo Consejo Grado 33 para la República Dominicana.

Participó en la creación del Club Rotario de Santo Domingo, el Ateneo Dominicano, el Club Libanés Sirio Palestino, entre otras instituciones.

De sus bodas con doña Consuelo Cruz Batlle son sus hijos Ciro Amaury Dargam Cruz y Belkis, fallecida hace dos años. En segundas nupcias con Altagracia Azar Heded procrearon a Matilde y a Roxana Dargam Azar.

Matilde fue la compañera de sus innumerables actos sociales, culturales, deportivos, artísticos, cuando doña Altagracia quiso descansar de tan agitada circulación junto al popular esposo al que todos querían tener presente en sus encuentros más especiales. A tal grado caló en la simpatía colectiva que cuando fue designado embajador en Buenos Aires, «Trujillo lo mandó a buscar porque hacía mucha falta en el aeropuerto», refiere Matilde.

Con lágrimas en los ojos que precisan detener el animado recuento de la inquieta y servicial vida de su padre, la dama extraña su bondad, su cariño, su amor, pese a haber transcurrido veintiocho años de su partida. «Amó a la humanidad, era alegre, humilde, esencialmente bueno», significa.

La Calle

La calle «Dr. César Dargam» fue denominada con ese nombre en 1977, pero no fue sino hasta 1990 cuando se inauguró la vía, antiguamente llamada Anacaona, que nace en la avenida 27 de Febrero y desemboca en la Baltazar Brum. Con la designación se reconoció al «eminente médico dominicano que rindió una labor social cuya dimensión honra y prestigia tanto a la clase médica como al país».

Numerosos amigos y familiares asistieron a la ceremonia en la que sus nietos Ciro y Ryan Cornelio Dargam develizaron la tarja colocada en la vía con esquina José Andrés Aybar Castellanos, y el doctor Aliro Paulino citó en sus palabras frases del ex presidente Joaquín Balaguer sobre el homenajeado, que expresan: «Los cronistas de Santo Domingo no podrán escribir la historia de esta ciudad sin que aparezca en sus primeros lugares el nombre del doctor César Dargam».

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